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Mostrando entradas de septiembre, 2011

Violencia sexual contra las mujeres: un delito execrable*

La violencia sexual  contra las mujeres ha existido en todas las épocas históricas, aunque con diferente consideración. Hasta hace poco era percibida sólo como un agravio a la familia de la víctima en general y no como un crimen contra la mujer y por ello se quedaba en el ámbito de lo privado. En este tipo de agresión la mujer es considerada sólo como un objeto para satisfacer una serie de experiencias, fantasías y odios  del agresor. Es una actividad sexual desviada que busca el control y la opresión de la mujer y con ello la sensación, para el criminal, de estar en un nivel superior, de tener la fuerza con todas sus connotaciones. La violencia sexual contra las mujeres, repugnante desde todos los puntos de vista,  se convierte en zonas de conflicto en un arma de guerra cotidiana. En un mecanismo para mantener satisfechas a las tropas regulares e irregulares que hacen parte del conflicto colombiano.  Así, por ejemplo, según Medicina legal, entre el año  2007 y el 2009 la Fuerza P

OTOÑO

Murmullo de hojas secas y pájaros enlutados en un fondo siempre azul. Luz blanca   y negra en su concha de plata, leve presagio de la muerte callada. (Versos en claroscuro, inédito)

Volver

Hoy, como hace tanto tiempo, volver se convierte  en un fin. En todo aquello que conmueve y  obliga a mirar más allá de la esquina del tiempo para reencontrar ese espacio primero del que, por uno y otro motivo, hemos sido expulsados por voluntad propia o ajena.  Volver, partir, volver. Todo junto en la espesura del pensamiento y la razón.  Todo junto en las comisuras de la memoria y la experiencia. Todo junto en una canción muchas veces escuchada por mi padre en su radio rojo y que a mi, entonces, me parecía horrenda. Todo junto en los confines de la vida cotidiana tantas veces repetida. Volver.  Partir. Volver Siempre se vuelve a la patria sensible donde se amó la vida...

Nariz blanca

"Déjame decirte que para ser tan joven tienes mucho morro".  Sentencia el viejo con sorna y rabia  mientras me mira fijamente tras el cristal doble de sus gafas.   Tiene el rostro colorado pero su nariz es grande y blanca. Muy blanca. Me fijo en ella para ver sus relieves, sus texturas, sus caminos. Me gustaría saber por qué la lleva de ese color.  Sus ojos continúan puestos en los míos.  No entiendo lo que ocurre.  Acabo de levantar los ojos del libro que leo desde ayer  y me he topado con su expresión y sus palabras.  Con su nariz grandilocuente.  Intento en una milésima de segundo retroceder los últimos minutos de mi existencia y me veo andando de prisa hasta una asiento vacío. El único. Luego abro Seda el libro que leo desde ayer en los trayectos del metro. Capítulo 48... Herve Joncour no apartó los ojos del chico asesinado. -No llevaba mensajes consigo -Él era un mensaje de amor...  Mi visión periférica me advierte que una persona me quiere decir algo, el chic

¡Por fin!

Después de muchas horas de intentos fallidos, por fin he logrado "normalizar" la página principal  de esta bitácora . Al menos ahora abre donde tiene que ser.  ¡Y todo era tan sencillo!

Escena de metro - Línea azul

23:15 9 de septiembre Barcelona Cuando se abren las puertas del metro, una niña de unos ocho años corre veloz hacia un asiento desocupado pero no logra alcanzarlo porque una mujer treintañera ya se ha apropiado de él.  La chica le pregunta con una sonrisa si quiere sentarse. La chiquilla responde que sí. El  hombre que la acompaña y que va sentado a su lado, la mira con rabia y luego le  dice: “ Per   què   has de deixar-li el   seient   a   la   nena? si   fos   una   persona   major,   una   dona   embarassada, però és   una   nena. No t'aixequis. No t'aixequis” , le ordena,   mientras la coge del brazo para que no se levante del asiento. Su tono de voz sube. Las personas que van en los asientos frontales lo miran con reprobación. La madre de la nena le dice a la mujer que su hija no se quiere sentar, que muchas gracias por su gesto pero que ella seguirá de pie. El hombre, sin bajar el tono de la voz, continúa diciendo, en catalán, que no tiene por qué ceder su asie
A veces me quedo sin palabras como una pared prístina intocada por los azares de un tiempo sin ánima en que   el orden ríe con su boca de cretino ¿Hay, acaso, mayor homenaje al vacío?