¡Por fin se acabaron las fiestas!. Fueron más de 15 días de ires y venires, de comidas y compras descomunales. Días de consumo, como lo digo en una de las entradas anteriores. Días en que la felicidad parece medirse por cuánto tienes, cúanto das, cuánto adquieres, cúanto comes, cuánto... Es como si esta sociedad en la que vivo ahora quisiera olvidar para siempre los días terribles de la pobreza y la miseria, días aún cercanos, por cierto. De ahí, talvez, ese afán por llenar las barrigas y las tiendas. Y ese espíritu compulsivo también parece contagiar a quienes vienen de lejos. Según una encuesta los extranjeros, principalmente los latinoamericanos, son unos de los nuevos protagonistas de esta orgía de la adquisición. Televisores de plasma, mp4 y móviles para sus hijos pequeños y toda una serie de artículos la mayoría de ellos, innecesarios pero que parecen "igualar" en gustos y comportamientos. Y toda esa feria cansa. Cansa la superficialidad, las luces impostadas, los abarr