María
María Una mujer moldea figuras de arcilla Para no repetir la historia de siempre, servidumbre cotidiana de los vencidos. Sus manos buscan hendiduras promontorios ángulos matices. Repasa la historia de las horas: la abuela de ojos verdes sentada en el marco de la puerta con sus tres hombres y su risa siempre inocente; la madre de mirada triste agotada por un destino circular de agua y de lentejas; la hermana de padre perdida en los recovecos de la vida (su hija la busca con un hombre mayor y su coche de muchos ceros a la derecha, jura no repetir su historia); La bisabuela fue bella y contundente y no tuvo libertad (cuando tenía 13 años la casaron con un hombre de cabeza blanca y cinco hijos que la ataba a la cama para que no se escapara) y murió de olvido en un geriátrico; la amiga de libros y tertulias vivió su propia noche atosigada por un amor patológico de golpes y besos y palabras como cuchillos. Y así se repite el ciclo: calladas y mustias entre la rutina y el deber entre la invi