Un poema de Charles Baudelaire
Beneficios de la luna La luna, que es el deseo mismo, se asomó por la ventana mientras dormías en la cuna, y se dijo: -Esa criatura me gusta. Y descendió delicadamente por su escalera de nubes y pasó sin ruido a través de los cristales. A continuación se tendió sobre ti con la delicadeza flexible de una madre, y depositó en tu faz sus colores. Las pupilas se te volvieron verdes y las mejillas sumamente pálidas. De observar a tal visitante, se te agrandaron de manera tan extraña los ojos, tan tiernamente te apretó la garganta, que te dejó para siempre deseos de llorar. Mientras, en la propagación de su alegría, la luna llenaba todo el cuarto como una atmósfera fosforescente, como un veneno luminoso; y toda aquella luz viviente pensaba y decía: -Perpetuamente has de sentir el influjo de mi beso. Hermosa serás a mi manera. Querrás lo que quiera yo y lo que me quiera a mí: el agua, las nubes, el silencio y a la noche; al mar inmenso y verde; al agua informe y multiforme; al lugar en que n