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PAÍS DE CAFRES Y MISÓGINOS

Estoy harta, enfadada e indignada.  Y lo estoy desde que vivo en este país, en esta ciudad, uno de los peores lugares para las mujeres. Me da igual que algunas personas que conozco opinen lo contrario: Colombia y Bogotá son contextos agresivos, nefastos, atroces para nosotras. Son espacios que  nos escupen su odio para mantenernos presas del miedo a través de las estrategias perversas de esa cultura patriarcal tan arraigada en esta sociedad. He ahí el despliegue de una violencia inusitada y brutal contra nosotras. Violencia sistemática cuyo propósito es destruir, marcar, someter, desaparecer, castigar. Tatúan nuestros rostros, vulneran nuestros cuerpos, matan nuestros sueños, nos convierten en botín de guerra y con ello en todo lo indeseado, en la maleza a cortar. En nosotras los malditos descargan todo su rencor.  Es como si quisieran borrarnos del mundo de un manotazo con toda la saña y la sevicia posible. O si no, cómo se explican estas aterradoras cifras -según Sisma Mujer :

MI VERSIÓN DE SAN FERMÍN

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Seguro que Pamplona  -Iruña, en vasco- es una ciudad serena los días previos y posteriores a los Sanfermines. Así se puede evidenciar en sus calles y plazas dispuestas  para los tránsitos y los encuentros, en su arquitectura reposada y humana fácil de apreciar, en su disposición general que le confiere cercanía y un profundo sentido estético. Y también en su dimensión: es un pueblo grande cuya población no supera los 200.000 habitantes. ¡Quién lo creyera!  Pero durante la fiesta de los Sanfermines su población se multiplica, sus calles se convierten en hervideros humanos de dificil tránsito, las plazas y parques en lugares atiborrados de jolgorio, risa, licor; y ¡cómo no! en hoteles al aire libre donde el turismo mochilero duerme los excesos.  La fiesta lo subvierte todo: el ánimo, la ropa, las palabras, las prácticas, las relaciones sociales. Ella se convierte en el espacio irredento de las posibilidades. ¡Cómo me gusta esa suerte de revolución temporal que trastoca los ámbientes

Zaragoza, arde

Sabía de los fríos zaragozanos   y su cierzo maldito, pues durante muchos años he estado por estos lares visitando a mi hermana pequeña; pero no había sentido en carne propia la canícula que funde los ánimos, las fuerzas y las neuronas. Hasta esta semana, claro.   Y eso que tengo experiencia con las altas temperaturas en no pocos sentidos, pero sobre todo porque viví durante mucho tiempo en Neiva. Una ciudad colombiana cuyas calles reverberan a las dos de la tarde. Allí es normal que los termómetros marquen 38 grados a las 10 de la mañana y que el calor se te meta en los huesos y te haga perder cualquier atisbo de ligereza y te conmine sin piedad a la modorra y te lleve a buscar el mejor sitio para poder evadir el tirabuzón ardiente cuando no tienes aire acondicionado en casa.   El calor te escupe debajo de la cama, en la hamaca, en el patio, en la esquina del salón y sientes que no puedes evadirlo así te duches mil veces. Es sofocante y agotador e impide que hagas cualquier cosa  

CRÓNICA DE UN RECITAL POÉTICO

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El recital Dones i versos (Mujeres y versos) comenzó hace algunos meses, justo en aquel momento en que escribí a   Jordi Canal director de la biblioteca de la Bòbila de L'Hospitalet de Llobregat, para explorar la posibilidad de realizar un acto conjunto allí, como ya lo habíamos hecho otras veces.  La idea le pareció estupenda. Bueno, debo decir que con este señor mantenemos una relación alimentada con complicidades, sonrisas y afectos durante muchos años.  Jordi es una persona magnífica y un gran conocedor de la novela negra; no en vano es el artífice del premio L'H Confidencial , uno de los más importantes de este género en hispanoamérica.  Allí comenzó todo.  Y a miles de kilòmetros empecé a dar cuerpo a la idea. ¿A quiénes invitaría? me pregunté ¡A algunas de mis amigas!  Y así empecé a contactar a las tres bellas poetas que me acompañarían en el recital: Pilar Osorio , Amàlia Sanchís y Pura Salceda .  Y todo ello gracias a la mediación de Internet y sus formas

Esas pequeñas patrias

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ESAS PEQUEÑAS  PATRIAS*    El apátrida aguarda el íntimo suicidio  de un deseo . Efi Cubero,  “Bajo la turbiedad” Por: Martha Cecilia Cedeño Pérez Dos patrias tengo yo: Cuba y la noche ,  dice José Martí en uno de sus poemas más emblemáticos. Se da por descontado que la noción de patria a la que alude el poeta va más allá de la “t ierra natal o adoptiva ordenada como nación, a la que se siente ligado el ser humano por vínculos jurídicos, históricos y afectivos”, según la Real Academia Española (RAE). Se refiere, sin duda, al espacio de los afectos más profundos; a esa geografía sentimental cuyas aristas perfilan  elementos esenciales de la condición humana. Y ello significa por un lado que  no está  ligada a un marco físico de límites bien definidos y por el otro, que tenemos la opción de elegir ese territorio de los apegos y, por tanto, que las fronteras –todas las fronteras- son absurdas.  Los únicos límites deben ser aquellos que decida el sentimiento. Va de viaj