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Los últimos estertores de la guerra

El pasado miércoles 22 de junio, mientras daba los últimos toques a mi look de proletaria ilustrada,   escuché la noticia más importante de los últimos 60 años: ese día era el último de la guerra en Colombia. Una guerra que ha bañado, literalmente, los campos y las ciudades de muerte.  Una confrontación demencial que ha acabado con la vida de cientos de miles de personas y  ha expulsado a millones de ellas de sus tierras, sus casas, sus  sueños.    Una "guerra de baja intensidad" -como suelen llamarla algunos- que según el Centro de Memoria Histórica   desde 1958 hasta el 2012 mató a  258.000 personas. Y que ha ocasionado otra serie de situaciones de dolor tal como se puede percibir en las siguientes estadísticas del organismo antes mencionado : -Entre 1970 y 2010 ocasionó el secuestro de 27.023 -Entre 1981 y 2012  produjo 16.340 casos de muertes selectivas y 23161 víctimas -Entre 1988 y 2012 ocasionó 716 casos de acciones bélicas con 1344 víctimas, 5138 ataques

PAÍS DE CAFRES Y MISÓGINOS

Estoy harta, enfadada e indignada.  Y lo estoy desde que vivo en este país, en esta ciudad, uno de los peores lugares para las mujeres. Me da igual que algunas personas que conozco opinen lo contrario: Colombia y Bogotá son contextos agresivos, nefastos, atroces para nosotras. Son espacios que  nos escupen su odio para mantenernos presas del miedo a través de las estrategias perversas de esa cultura patriarcal tan arraigada en esta sociedad. He ahí el despliegue de una violencia inusitada y brutal contra nosotras. Violencia sistemática cuyo propósito es destruir, marcar, someter, desaparecer, castigar. Tatúan nuestros rostros, vulneran nuestros cuerpos, matan nuestros sueños, nos convierten en botín de guerra y con ello en todo lo indeseado, en la maleza a cortar. En nosotras los malditos descargan todo su rencor.  Es como si quisieran borrarnos del mundo de un manotazo con toda la saña y la sevicia posible. O si no, cómo se explican estas aterradoras cifras -según Sisma Mujer :