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Mostrando las entradas etiquetadas como Relatos urbanos

DEPREDADOR*

Por: Amaranta Güell " Diagonal ". Se abren las puertas.  Baja  y sube mucha gente en estampida.  Hombres y mujeres de toda laya. Se acomodan como pueden en los pocos asientos libres o en los espacios dejados por los cuerpos rígidos. Leen, miran, hablan. En medio de  tantas unidades vehiculares en reposo, una mujer se fija en las estaciones pintadas sobre la puerta, una pareja de jóvenes se apretuja sin disimulo; un hombre alto y de ojos claros vestido con una americana azul, lee un libro; una señora de pelo rubísimo con una bolsa de la compra, habla por el móvil; una mujer con un carrito de bebé mira a su hijo dormido;  una estudiante universitaria charla con una compañera… " Hospital Clinic ". La mujer que permanece pegada a la puerta mirando el esquema de las estaciones, señala una de ellas con el dedo y asiente con la cabeza. Es muy alta. Su figura espléndida llama la atención de todo el pasaje. Hombres y mujeres por igual. Tiene el pelo largo hecho en

Delirio

A mis amigas de palabras y a todas aquellas personas que las buscan Ese día, después de pensar inútilmente durante tanto tiempo en el libro que nunca escribiría, se sentó, por fin, frente al ordenador y con rapidez vertiginosa comenzó a teclear como una condenada. Había pasado demasiados días revolcándose en su dolor postizo y en su hiperbólica falta de voluntad. En la envidia inmensa que le producía leer en los periódicos y diarios digitales los logros de aquellas personas que un día fueron sus amigas y que ahora ganaban premios a diestra y siniestra. Le carcomía la frustración de sentirse en la más absoluta inmovilidad pese a que diez años atrás era considerada una promesa de las letras. Entonces era bella y altiva y no había ningún congreso literario o científico que se le resistiese ni ninguna reunión de escritores y bohemios a la que no acudiera para asombrar con sus versos y con su mirada. Ella lo sabía y sin ninguna muestra de vergüenza se adentraba en las conversaciones de los

Ángela

Angela es alta, tiene labios carnosos y un cuerpo armónico de curvas vertiginosas. Camina ritmicamente por las calles y mientras lo hace muchos ojos la miran, la recorren, la inquieren. Ella se desplaza despacio, segura, con la frente altiva. Parece no importarle que todos y todas se fijen en su figura aunque, en el fondo, le gustaría pasar desapercibida. Le encantaría poder ejercer el derecho a la indiferencia, al anonimato, a que nadie repare en ella; a ser un cuerpo más que se desplaza entre los vericuetos de la calle, del parque, de las esquinas... Porque Ángela es como cualquiera. Trabaja, compra en el super, se pone camisetas de Zara, decora el piso con Ikea (¡la república independiente de tu casa!), y lleva a su hija al parque. Bueno, a ella también le gustan las tapas y durante el verano se sienta en una terraza de barrio y disfruta de unos chocos, unos boquerones, un cochinillo. Angela hace las mismas cosas que hacemos todos y todas. Ah, se me olvidaba decir que a Ángela tambi

Primer Mundo

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Las calles relucían después del fuerte aguacero que, de forma precipitada, cayó sobre la ciudad. Las aceras limpias de cacas de perro y de escupitajos estaban casi desiertas; sólo un hombre se desplazaba con paso ligero entre los coches aparcados. El sol todavía no se había ocultado del todo así que era posible percibir la transparencia del aire y de los árboles, livianos de polvo y smoke . ¡Es una tarde estupenda! Pensó la mujer que minutos antes había salido corriendo del call center donde laboraba como recepcionista telefónica, y que ahora caminaba solitaria y feliz esquivando los charcos de agua. Avanzaba con rapidez mientras cruzaba la avenida y tomaba la recta que la llevaría hasta su casa. El puente del ferrocarril, el parque, la estación de metro, otra avenida y un requiebro de calles. El mismo recorrido que había hecho durante el último año con sus pensamientos, sus frustraciones y la certeza de estar trasegando un camino infinitamente repetido. Cavilaciones que se detuvieron

Martes 13

¡ESTOY INDIGNADA! ¡NO HAY DERECHO! ¡ES UNA VERGÜENZA! Acabo de llegar de la Subdelegación del Gobierno Civil de Barcelona donde, después de una odisea interminable, pude tramitar mi autorización de regreso porque viajo la semana que viene a Colombia. Un trámite que se realiza en 5 minutos y para el que tuve que hacer un cola de 9 horas. Estoy muy enfadada, muy "cabreada" como se dice vulgarmente aquí. Os cuento la historia para que os hagáis una idea de la manera como tratan a los extranjeros no comunitarios en España: A las 8 en punto de la mañana llegamos a la sede de la Subdelegación de Gobierno en la Barceloneta. Hace fresco y se siente el salitre en la cara porque justo a 10 minutos de allí está la playa y sus chiringuitos con guiris (turistas comunitarios) hambrientos de sol. Hay 323 personas delante de nosotros y todo el día por delante. "A las 11 o 12 ya habremos salido", escucho a una mujer que le dice a su acompañante. La cola apenas se mueve. A las 9 he