DEPREDADOR*
Por: Amaranta Güell
"Diagonal". Se abren las
puertas. Baja y sube mucha gente en estampida. Hombres y mujeres de toda laya. Se acomodan
como pueden en los pocos asientos libres o en los espacios dejados por los
cuerpos rígidos. Leen, miran, hablan. En medio de tantas unidades vehiculares en reposo, una
mujer se fija en las estaciones pintadas sobre la puerta, una pareja de jóvenes
se apretuja sin disimulo; un hombre alto y de ojos claros vestido con una
americana azul, lee un libro; una señora de pelo rubísimo con una bolsa de la compra,
habla por el móvil; una mujer con un carrito de bebé mira a su hijo dormido; una estudiante universitaria charla con una
compañera…
"Hospital Clinic". La mujer que
permanece pegada a la puerta mirando el esquema de las estaciones, señala una
de ellas con el dedo y asiente con la cabeza. Es muy alta. Su figura espléndida
llama la atención de todo el pasaje. Hombres y mujeres por igual. Tiene el pelo
largo hecho en trencitas y reunido en una coleta. Está de espaldas y de ella
sólo parece distinguirse su culo enorme.
Una protuberancia que se antoja dura
y altiva en los vaqueros ceñidos. Un foco de atención cuyas
características tiene a más de un varón al filo del paroxismo.
"Entença". Queda un par de asientos
libres y la mujer se dirige a uno de
ellos. Un hombre mayor que desde hacía un buen rato la venía mirando, también.
Debe tener más de 65 años. Posee un bigote cómico y una panza prominente. Va
vestido con pulcritud pero sin presunciones. Parece un tipo normal con hijos y
nietos y una señora de pelo teñido esperándolo en casa. Sus ojos brillan. Ha
decidido un abordaje sin contemplaciones.
"Sants Estació" Es un depredador, no
cabe duda. Un viejo zorro. El hombre está muy cerca de la mujer y la mira de
manera descarada. Su corazón late a mil por minuto. Las palpitaciones mueven su
chaqueta marrón. La respiración entrecortada retumba en todo el vagón y se
explaya por las catenarias.
"Plaza de Sants". El depredador la sigue mirando aunque de vez
en cuando gira su cabeza hacia otro lado, para disimular quizá. La mujer es
hermosa, de boca y labios generosos. No tiene más de 30 años. Ella se ha dado cuenta de la atención
inusitada que ha despertado en el viejo pero guarda la calma. De repente mira hacia el lado donde está el
hombre pero evita detenerse en esa cara que lleva allí, a su costado. Hace como
si no existiera. No cabe duda: ella ya se ha dado cuenta del acecho y el hombre
está próximo a dar el siguiente paso.
"Badal". La mujer bosteza y el hombre la mira, arrobado. Sus
miradas se encuentran. ¿Tienes sueño? Pregunta él sin contemplaciones. Ella le
mira y responde algo. El depredador hace un apunte gracioso relacionado con el
sueño. La chica sonríe.
"Collblanc". El
hombre hace el gesto de levantarse. Imagina que la mujer también lo hará. Pero
no, se queda tranquila en su asiento. Él le pregunta si esa es su parada y ella responde que es Pubilla Casas. La chica
tiene acento caribeño. El hombre se
ofrece acompañarla pero ella dice que no
es necesario, que vive hace más de 15 años aquí y no se perderá. Pero lo dice
sin contundencia. Ella lo mira, parece no disgustarle del todo.
"Pubilla Casas". La mujer coge el
bolso y se levanta, el hombre hace lo mismo. Se abre la puerta. Bajan. En el andén titubean un poco sobre la dirección
a tomar. Se deciden por la salida de la
calle Josep Molins. El tren reanuda su marcha. La pareja camina
lentamente. El hombre ríe y sus ojos
brillan como ascuas...
* Con este relato participo en la 6ª Edició Concurs On Line de TMB, Sant Jordi ens inspira.
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