Entradas

Mostrando las entradas etiquetadas como Cosas cotidianas

La lectora

Supongamos que se llama Anna y que después de dejar a su hijo en el colegio toma el metro para ir al trabajo. Supongamos que ella es teleoperadora desde hace un par de años pese a haber hecho hasta tercero de derecho. Supongamos que su horario laboral comienza a las 10 de la mañana. Y supongamos que, a veces, tiene el impulso de escribir. De hecho, ya tiene un cuento publicado en una de esas revistas hechas con más ganas que calidad.  Ella, Anna, ahora va en un asiento del metro y lee Kafka en la orilla  de Murakami, un japonés convertido en ídolo de las letras mundiales. No es para tanto, diría algún escritor versado en el arte de la mentira. Ella va allí, absorta en su lectura sin fijarse en una mujer que vende mecheros a un euro, en una chica con una cuchara en el bolsillo izquierdo de su pantalón, en una pareja adolescente prodigándose besos de latonero, en un jovenzuelo de rastas castañas en cuyos pelos  seguramente habitan muchas especies de piojos (decían que Bob Marley ten

Regreso a la normalidad

Poco a poco retomo la corriente de la "normalidad". O, más bien, la de la rutina con sus idas y venidas, con su aire sisífico. Y me gusta reencontrarme, sobre todo,  con la palabra que se había perdido en alguna esquina del verano con sus viajes y sus calores insatisfechos.   Mi libreta ha vuelto a llenarse con notas, imágenes, frases. Y en mi cabeza bullen las ideas que ya no se quedan en ese limbo de la inercia. Saltan de ella al ordenador o directamente a la acción cotidiana. Vuelvo a la normalidad  y no se por qué intuyo que tendrá nuevas corrientes, nuevos cauces que me llevarán a otros ríos y mares. Ah, se me olvidaba, desde ayer esa normalidad me reconoce  menos paria...

Tormenta de verano

Imagen
Eran casi las cinco de la tarde. De repente el horizonte se tintó de carámbanos negros hacia el norte.  Se escucharon truenos leves. "Va a llover. Mirad cómo se ha puesto el cielo". Dije a mi hija mientras me asomaba al balcón. El viento empezó a soplar con fuerza haciendo mover las antenas de los terrados y las  ropas de  colorines que aún había en algunos tendederos (imagino que nadie esperaba una tormenta tan contundente a estas horas del día).  "Ya caen un par de gotas".   Y dicho esto las nubes se rompieron con una violencia inusitada. Todo se tornó blanquecino y la visibilidad apenas permitía ver algunos edificios cercanos. El viento hizo surcos magníficos sobre los terrados y las antenas se arrodillaron sumisas ante su furia. Una semipenumbra lo invadió todo. Un momento después empezó a caer granizo. Piedras blancas que volaban hasta nuestro balcón y se estrellaban en el cristal de la puerta desde la que, mi familia  y yo, contemplábamos un espectáculo

Belleza elemental

Imagen
La planta apareció a principios de octubre en aquella maceta yerma en la que había intentado plantar lechugas y tomates ecológicos. Ya sabéis por aquello de “ten un huerto en tu balcón”.   Debo confesar que después de un tiempo de intentar cultivar algo verde allí perdí toda esperanza pues las plantas se morían al poco tiempo de sembrarlas y las semillas se negaban a germinar. “Esa tierra es mala, debes cambiarla” me dijo mi amiga Isabel. No le hice caso. Así que la maceta   permaneció en el balcón durante más de un año abandonada a su suerte con la única compañía de un juguete de mi hija. Pero todo cambió en octubre pasado a nuestro regreso del otro lado del Atlántico.   ¡Hay dos plantitas en la maceta, mama! gritó Luna.   Y sí: allí habían dos briznas verdes muy pequeñas que lentamente fueron creciendo hasta convertirse en un tomatera (que está a punto de morir pues nació en una época equivocada) y en una planta cuyo nombre no sé. ¡Me parece que es un yerbajo! Me dijo Javi mi compañe

Las piernas y el metro

Muchas veces te dije que antes de hacerlo había que pensarlo muy bien    El metro a las ocho de la noche.   El vagón medio lleno. Hombres y mujeres con vestidos oscuros y caras de hartazgo. Seres agobiados por el sopor de un domingo que llega a su fin. Mañana es día de trabajo, para algunos. Frente a mí una pareja de ancianos alisa las arrugas de sus manos -las del alma son imperceptibles. Y  junto a ellos  un joven de panza rotunda y pendiente de pirata en su oreja izquierda, escucha música. Más allá, sentada en sus pensamientos, va una mujer. Tiene unos ojos preciosos que parecen observar  un infinito inexistente. que a esta unión de nosotros le hacía falta carne e ilusión tan bien que no bastaba que me entendieras y que murieras por mí "Plaça de Sants", anuncia una voz metálica.  La puerta se abre y escupe pasajeros y pasajeras que se componen los abrigos, se ajustan las bufandas, se cuelgan bien los bolsos.  Y casi al instante entran nuevos seres que después de echar un v

Amor felino

Imagen
En septiembre pasado mi hija Luna sorprendió a Beto y Florecita en un tierno romance. Ella les hizo estas fotos que hablan sobre lo bien que se llevan este par de animales. Son un ejemplo para muchos humanos que se comportan como bestias . Aquello de que se "pelean como perros y gatos" no tiene lugar en estas imágenes. Fotos: Luna del Mar Neiva, Colombia, septiembre de 2010

Dulce de higos

Imagen
El final... Un día espléndido. Una compañía excelente (mi entrañable amiga Isabel ).  Y un árbol a orillas del río Llobregat. Lo demás es un dulce de higos hecho a fuego lento  y aliñado con canela, piel de limón y panela. Aromas y colores de infancia y tiempos en los que los días eran eternos y siempre transparentes. Como ayer domingo. Una larga jornada con un cielo límpido pese a las aguas marrones, a los aviones pendencieros, al paisaje gris que se levanta sobre el río como una maldición.  Un día espléndido pese a todo (o quizá por ello). El comienzo... Fotos (Martha Cecilia Cedeño e Isabel Gómez)

Dos mecheros por un euro

La mujer arrastra los pies y las palabras. Tiene el pelo largo y su piel luce una tersura inédita. Camina despacio. Abre la boca. Dos mecheros por un euro. Gime. Pasa por mi lado. Yo no fumo, pienso. El metro es una trampa en la que conviven cuerpos extraños. Olores a pies, sobacos y genitales sucios.  Alientos de ajo y vino trasnochado. Miradas huidizas y secas.  Pienso en la clase de cámara. Mi ejercicio fue el peor. Una luna perdida tras un zum tembloroso. Risas. A mi no me importa. ¡Qué calor! El metro apesta. Dos mecheros por un euro. Es la misma mujer del otro día; entonces llevaba una falda larga y unos zapatos abiertos. No tenía la cara de limosnera que luce hoy ¿De dónde será? Imagino que de Europa del Este. Una exhabitante de un lejano paraíso social. Recuerdos de otra historia. Víctima de nuevas historias. Dos mecheros por un euro. Tuviste dificultades técnicas para plasmar tu idea, me dice el profesor.  El metro para, el olor no se aleja. Penetra los tejidos de este viernes

El perro embarazao

Hace dos mañanas me despetaron los gritos atronadores de una mujer. Eran justo las siete. La fémina protestaba porque alguien había lanzado agua en su terraza desde un piso incierto para callar a uno de sus perros que no paraba de ladrar. ¡ Fueron los de arriba ! dijo adornando sus palabras con florituras magníficas que nunca en mi vida había escuchado.  Escupía vocablos potentes que hacían referencia a "vergüenzas" íntimas, a suciedades, a una escatología plena; vamos, a un amplio, sonoro y profundo léxico de las entrañas españolas.  ¿ Serán c**** estos  h****** , m***** que no dan la cara? ¡Si es un **** o una **** le rompo las costillas con un martillo! C***, g***, m***, me***, hdp... etc. etc. etc.   ¡Nunca había escuchado tantos tacos por minuto!  Pero lo más hilarante de todo fue cuando la susodicha terminó con una lúcida perorata  ¿A quién se le ocurre echarle agua a mi perro embarazao? Si le da un ataque al corazón juro que mato al desgraciao que lo ha hecho. ¡Mira q

Una imagen de domingo

Imagen
Seis de la tarde de un domingo gris de mayo. Un parque. Un lago. The man who sold the world de Nirvana es buena compañía. Y mi amiga Isabel, también. Gracias por la foto, Isa.

Y, de repente, fue enero

Y la lluvia volvió a empañar el horizonte y las ventanas y los cristales de mis gafas de martes. Y la calle se cubrió de nuevo con trajes oscuros acompañados de paraguas tristes por los que resbala, desconsolada, el agua. Y olvidamos el veranillo de finales de abril que desnudó los pies y pintó el paisaje urbano de nuevos colores y aromas y esperanzas. Las golondrinas regresaron a sus fugaces nidos en los agujeros inciertos de los edificios y las viejas casas. Sólo las gaviotas cantan con su voz métálica en los tejados perplejos con la lluvia de mayo. Los árboles esperan, húmedos, el calor de un sol que lleva dos días de fiesta. Y yo, también. Y, de repente, fue enero.

Reflexión en voz alta

En este tiempo de silencio, palabras y frases como estado crítico, cirugía, situación estable, hay que esperar, evolución, colostomía, paciencia, informe médico, micronebulizaciones… han tenido un sentido fundamental para mí. Han significado muchos momentos de desolación y de impotencia ante una distancia inmensa que agranda los momentos, las circunstancias. Una distancia enorme que nos convierte en seres desvalidos ante ciertos acontecimientos que sobrevienen sin esperarlos. Han significado hacer viajes apurados saltando obstáculos para llegar hasta mi madre. Para verla y estar con ella unos días que se convirtieron en segundos ligeros; para acompañarla en esos difíciles momentos y sacar fuerzas para animarla, para decirle que todo pasará y que se pondrá bien porque es una mujer fuerte y áun joven. Pero también ha significado replantearme muchas cosas vitales ¿Vale la pena estar tan lejos de los seres y las cosas queridas? ¿Por qué estoy en esta parte del universo si ya he cumplido l

De partidas y abandonos

De partidas y abandonos (A la mama de ojos garzos) Por: Martha Cecilia Cedeño Pérez Partir es un intersticio abierto a destajo para alejar las atmósferas vacías que hacen de la vida una cadena perpetua de medianía, de logros efímeros y amores volcados en contenedores de basura. El viaje hace parte de esa necesidad ontológica que tenemos los seres humanos de trasegar caminos inéditos, de conocer otras maneras de entender la realidad. La partida nos hace vulnerables porque ella se nutre de la materia inefable de lo desconocido. Partir no es otra cosa que ser pasajeros entre dos mundos unidos por la experiencia y el recuerdo, por la realidad y la ilusión, por el hastío y lo posible; es abandonar y ser abandonado por todo aquello que conforma el espacio conocido, el lugar modelado por las circunstancias vitales que hemos construido paso a paso de manera consciente o inconsciente. Abandonamos un espacio, un lugar, una situación, un modo de vida que se nos queda pequeño o que no nos gusta o

Reflexión post fiestas

Imagen
Y se acabaron las fiestas. ¡Qué bien! Confieso que ya estaba un tanto harta de comidas, publicidad, luces, buenos deseos, árboles de navidad... y toda esa parafernalia que nos convierte en títeres de un sistema en el que la felicidad es equivalente al nivel de compra que puedas tener. En esas condiciones la armonía sólo se puede hallar en aquel perfume que te hace más mujer o más hombre, en el licor x que exalta los sentidos como ningún otro, en la joya que confirma tu clase y buen gusto... Es decir, en aquellos objetos que supuestamente aseguran tu presencia en el mundo. Por fortuna hay cosas esenciales que no se compran y que tienen que ver con algo tan sencillo como la amistad, la compañia, el compartir con la gente que quieres y para ello sólo se necesita una sonrisa, un abrazo, una palabra a tiempo. Se acabaron las fiestas y la vida continúa con sus más y sus menos, con sus giros y vaivenes, con todos sus temblores... ¡Bienvenida, cotidianidad elemental! Foto: Resaca de reyes (Ma

El aroma de la Nochebuena

Imagen
Las fiestas de navidad las asocio indefectiblemente con un aroma que impregna los viejos rincones del recuerdo. El olor embriagador de los higos y la papaya dulce haciéndose a fuego lento con la panela en una hornilla de leña. Un manjar que preparaba mi abuela Rosa y mi madre Lina del Carmen, al que además añadían canela, queso y clavos de olor. Toda una mezcla de sabores y aromas que envolvían la cocina, la casa y todos los días de las fiestas. A esta confluencia de sentidos le llamaban Nochebuena . Y no podía ser de otra manera porque se hacía especialmente para degustar la noche del 24 y todos los días posteriores hasta llegar a la noche vieja. Era toda una orgía de dulce que animaba las ya cálidas noches tropicales. Pero la Nochebuena era más que una comida: eran palabras, abrazos, compañía, regalos, alegría. Todo aderezado con la magia de la música, con aquellas canciones que hablaban del aire festivo de la navidad "Arbolito de navidad que siempre florece los 24 ¿qué me vas

El poeta del consultorio

Mientras esperaba que la médica me visitase escuché su voz recia y profunda. Giré la cabeza para ver de quién provenía y me encontré con un hombre de apariencia contundente que tenía un bastón en su mano izquierda. Estaba sentado junto a una mujer mayor a quien le recitaba uno de sus poemas cuyo título, dice, es “A una niña”. El hombre repasaba sus versos con energía pese al temblor de sus manos y la pesadez de los ojos. Quienes estábamos allí le escuchábamos en silencio y con sorpresa. De su boca no sólo salieron rimas y ritmos apasionados sino fragmentos de su vida. Supimos que llegó a Barcelona en 1963 dejando atrás miserias, humillaciones y hambre. “He pasado más hambre que un lagarto en un pinar, he trabajado los campos andaluces de sol a sol”. También que tiene 71 años y que hace poco le hicieron un homenaje en el Teatro García Lorca de Granada al que no pudo asistir porque “la parienta se puso mala”. Dice una y otra vez que ya va por la novena edición de su obra y que tiene libr

Mi viejo, la selva y yo

Hoy es el aniversario de mi padre y para celebrarlo, he recordado mi primera travesía por la selva cuando apenas tenía cuatro o cinco años. Era la década de los 70… y mi padre, junto con un pequeño grupo de jóvenes desheradados, se acogió a los planes creados por el gobierno a través del entonces Instituto Colombiano para la Reforma Agraria (INCORA) para formar una empresa comunitaria. Para ello se adentró en un territorio cercano a las riveras del río Caquetá, más allá del caserío de Curillo, un lugar del piedemonte amazónico al que entonces no llegaba ni Dios. Eran 11 familias formadas por hombres, mujeres y niños pequeños que después de 4 días de travesía por ríos y trochas intransitables de barro, llegaron a un claro en medio de la selva abierto previamente por los hombres. Allí habían construido 11 casas exactamente iguales: se alzaban sobre pilares de madera para evadir bichos peligrosos; tenían un salón principal, dos habitaciones y una cocina, sin paredes, casi a la intemperie.

Diez años en la periferia

Lunes 7 de noviembre de 1999 . Hace un sol radiante y a través de la ventanilla del taxi las calles se ven completamente limpias y transparentes. Son comarcas alineadas con una precisión absoluta. Algunos árboles ya casi desnudos se convierten en la prueba irrefutable de que el otoño ya está en su ecuador. Todo parece perfectamente orquestado por un mago espléndido que se ha esmerado en mostrarnos su mejor representación. El marco perfecto para una llegada desde el lejano trópico. En efecto, ahora mismo estoy en la espléndida Barcelona. Una ciudad en la que las murallas sólo las construye quien la mira. Urbe añorada y presentida en los textos acalorados de vino y versos, en las canciones de Serrat y en las palabras de algún encantador infame. Todo parece perfecto y lleno de inciertas promesas en las que aún no hay lugar para la pérdida ni la nostalgia. Sábado 7 de noviembre de 2009 . Han transcurrido diez años. Una década a la que a veces atribuyo el papel de un embaucador venido a men

Ars o el pueblo de piedra

Imagen
A principios de verano, Chusa, la madre de una de mis mejores amigas, nos invitó – a mi y a mi familia- a Ars, un bello pueblo de la provincia de LLeida, anclado en las alturas de los Pirineos y situado entre la Seu de Urgell y Andorra. Allí tiene una casa preciosa y acogedora, decorada con un gusto exquisito en donde pasamos unos días espléndidos, rodeados de montañas verdísimas y exuberantes. Hacía tiempo que no respiraba un aire tan limpio y que no miraba un cielo tan profundo. Allí todo se antoja claro y silencioso. Los olores son más agudos y firmes y nuevos. Olor a hierba húmeda, a boñiga, a pinar, a flores de las alturas. Y el pueblo es una m aravilla. Unas cuantas casas de piedra que conservan el encanto de lo intocado por la lujuria del mercado inmobiliario. Casas intocadas por el tiempo y preparadas para las inclemencias del invierno y para las bondades del sol. Y en ellas seres sencillos con el peso de la vida en los ojos; seres de caminar lento, de miradas profundas, de pa

Miradas agresoras

Hablaba hace algunos días con Manuel Delgado acerca la aún problemática relación mujer-espacio público. Comentábamos sobre la manera como las féminas nos vemos expuestas a todo tipo de atenciones indeseadas, a miradas y piropos que casi siempre tienen connotaciones insospechadas. Entonces recordé las veces que me he sentido realmente agredida a causa de algunas de estas acciones. Aquí va un caso: La mujer acaba de subir al metro y descubre que sólo hay un asiento libre en medio de tres hombres jóvenes. Después de hacer una mirada panorámica para ver si queda algún lugar disponible decide sentarse, no con cierta indisposición, en ese único puesto. Mientras lo hace siente las miradas inquisitivas de los varones. Una vez allí descubre que en los asientos que están enfrente van otros cuatro hombres, tres jóvenes y uno mayor. La mujer lleva el bolso y el ordenador encima de sus piernas y se sopla con un abanico mientras realiza una exploración visual del lugar siguiendo aquellas normas bási