El perro embarazao
Hace dos mañanas me despetaron los gritos atronadores de una mujer. Eran justo las siete. La fémina protestaba porque alguien había lanzado agua en su terraza desde un piso incierto para callar a uno de sus perros que no paraba de ladrar. ¡Fueron los de arriba! dijo adornando sus palabras con florituras magníficas que nunca en mi vida había escuchado. Escupía vocablos potentes que hacían referencia a "vergüenzas" íntimas, a suciedades, a una escatología plena; vamos, a un amplio, sonoro y profundo léxico de las entrañas españolas.
¿Serán c**** estos h****** , m***** que no dan la cara? ¡Si es un **** o una **** le rompo las costillas con un martillo! C***, g***, m***, me***, hdp... etc. etc. etc.
¡Nunca había escuchado tantos tacos por minuto! Pero lo más hilarante de todo fue cuando la susodicha terminó con una lúcida perorata ¿A quién se le ocurre echarle agua a mi perro embarazao? Si le da un ataque al corazón juro que mato al desgraciao que lo ha hecho. ¡Mira que hacerle esto a un perro embarazao! ¡Serán desalmados estos h...! (Imaginaros todas las groserías posibles).
Yo no quise asomarme al balcón porque tuve miedo que una de sus afiladas palabras me atravesara el cuello...
Comentarios
Podríamos grabalas, y competir por cual dice mas..., o dá más de sí.
Dando por descontado que ello es todos los días desde la una y treinta de la madrugada hasta las tres y algo, hora en que decide darle de comer y beber a uno de sus pobres perros.
La diferencia que todo lo que dice, se lo dice al marido..., a su hija de pocos añitos, pero al perro, que no se lo toquen.
¡Qué! ¿Competimos?
Ja, ja, ja..., así es una parte de España, es una realidad.
Un besote amiga mía.