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Mostrando entradas de abril, 2009

Pelotas o el canto a las minucias cotidianas

Soy poco seguidora de los programas de televisión en general excepto de según qué telediario, película o documental interesante que, a veces, por una especie de milagro suelen presentar en alguna cadena, eso sí en los horarios más imposibles. Sin embargo, desde hace algunos días, estoy “enganchada” a una serie que me parece espléndida: Pelotas . Y lo estoy no sólo porque de alguna manera percibo su génesis (era aquella película que según mi hija estaban filmando en su colegio y los alrededores que supuestamente se llamaba Las pelotas y sobre la que hice una entrada en este blog hace algún tiempo) puesto que se ha grabado en la ciudad en que resido, en mi barrio, en aquellos lugares que frecuento a diario y a los que conozco por sus formas, sus olores, sus atmósferas, sino porque trata justamente de la vida cotidiana, casi intrascendente desde ópticas mayores, de seres vulgares (comunes y corrientes) en su trajinar diario. Hombres y mujeres de a pie en una ciudad y un sector idem: peri

Poema de José Agustín Goytisolo

El aire huele a humo A Gabriel Celaya y a Amparo Gastón, Que tanto le quiso y le quiere todavía. ¿Qué hará con la memoria de esta noche tan clara cuando todo termine? ¿Qué hacer si cae la sed sabiendo que está lejos la fuente en que bebía? ¿Qué hará de este deseo de terminar mil veces por volver a encontrarle? ¿Qué hacer cuando un mal aire de tristeza la envuelva igual que un maleficio? ¿Qué hará bajo el otoño si el aire huele a humo y a pólvora y a besos? ¿Qué hacer? ¿Qué hará? Preguntas a un azar que ya tiene las suertes repartidas. José Agustín Goytisolo (1928-1999)

Mediodía de Granizo

Este mediodía mientras escribía una nota sobre Semana Santa sucedió algo que cambió de manera rotunda el carácter de esta entrada. De repente se oscureció, empezó a tronar de forma insospechada y a los pocos minutos llovieron vidrios del cielo. Fueron cinco minutos veloces en los que el granizo golpeó con ferocidad las ventanas de casa y los tejados, dejando una breve estela blanca (aquella que tanto añoramos en el invierno). Y justo esa ruptura de un día anodino de primavera me hizo reflexionar acerca de las grietas por las que a veces es posible escabullirse de la rutina cotidiana. Una jornada sosa y repetitiva de manera insospechada se puede convertir en un prodigio que nos recuerda, efectivamente, que la belleza se puede encontrar en cualquier resquicio. La belleza y el quiebre en los ojos del azar. Así que el texto que estaba escribiendo se convirtió en una salida al balcón para sentir el enfado del hielo en las manos y el estertor llenando los edificios y las antenas y los árbole

Poema de Alejandra Pizarnik

Amantes una flor  no lejos de la noche mi cuerpo mudo se abre a la delicada urgencia del rocío. Alejandra Pizarnik (1936-1972)

Noche de palabras y comunión

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Escribo estas palabras insomne y bajo los influjos de la emoción. Y no podía ser de otra manera porque anoche, en el recital de poesía que ofrecí en la biblioteca La Bòbila , fue posible algo parecido a una comunión a través de las palabras. Allí estaba la gente que quiero y que me quiere, mis amigos y amigas, mis conocidos y conocidas y unas personas lindas que asistieron al acto por su amor a la poesía y permanecieron ahí absortas en el río de versos que brotaba de mi boca. Cuando miraba sus rostros, sus ojos, concentrados en mi voz, una energía potente se apoderaba del espacio. No hicieron falta más personas: estaban las justas y necesarias para un acto tan cercano y cálido como éste. Y también habían niñas y niños que sentados en primera fila contemplaban estoicamente a la mujer que leía un mar de poemas inacabables. "Luna, ya van cincuenta ¿crees que faltan pocos para que tu madre termine de leer?" preguntó la niña Irene a mi hija. Y sí, ahora que lo pienso creo que me