Mi Camino de Santiago

 La primera vez que escuché hablar del Camino de Santiago fue en una miniserie  con el mismo nombre dirigida por Robert Young (1999). Entonces no sabía casi nada de dicho recorrido pero me pareció muy significativo que fuese un trazado por el que la gente peregrinaba para llegar a la Catedral de Santiago.  Con el paso del tiempo leí mucha información sobre él hasta hacerme una idea de su carga histórica y simbólica y, sobre todo, paisajística; cuestión que se convirtió en una motivación esencial para querer hacerlo algún día. 


Y ese día llegó a mediados del mes de octubre de 2022, después de algunas semanas de preparación  para tener las piernas prestas y la mochila lo más liviana posible, cuestión fundamental a la hora de emprender caminatas de más de 19 kilómetros en cada jornada.  La idea era realizar las últimas cinco etapas  comenzando en Sarria. Para ello determinamos las necesidades logísticas y las condiciones del trayecto. ¡Y todo salió a pedir de boca!   Desde los notables albergues municipales en los cuales solo pagas 8 euros por cama, hasta las magníficas comidas en cada uno de los pueblos a los que se llega.  



Los  distintos trayectos tenían su encanto a pesar de la masificación pues aunque ya era mediados de octubre todavía había mucha gente en el camino. ¡No imagino cómo sería en julio, agosto y septiembre!  Y todo ello también se refleja en una cierta mercantilización que se comprende y hasta cierto punto se justifica, pues los pueblos y caseríos por donde se pasa en gran parte viven de las y los peregrinos, de ese trasegar de personas de distintas partes del mundo que con sus propias motivaciones personales emprenden un viaje que de algún modo metaforiza el recorrido de la existencia.




Aromas, sonidos, visiones, gustos, texturas de naturaleza inusitada y diversa fueron las marcas predominantes de los pasos, del esfuerzo físico, de los días que se antojaron cortos y felices, mientras volvía a las notas sensoriales de mi infancia.  Aquí también es necesario mencionar a la gente con la que compartí saludos y miradas y aquella con la que fui coincidiendo en las etapas y en los albergues y con la que al final llegué a la catedral. Gente de aquí, de allá y acullá con la cual se vuelve a sentir esa humanidad más elemental y sincera; ese aliento esencial que rompe los esquemas y las distancias y las etiquetas y las fronteras que tanto daño hacen, que tanto excluyen y violentan.




Y eso es el Camino de Santiago: un viaje por las interioridades del ser con un equipaje ligero, una comunión con la naturaleza y la humanidad más esencial; un recorrido por las cosas pequeñas de la existencia sin egos alborotados, sin necesidades impuestas, sin etiquetas de ninguna laya. Un trayecto en el que se puede volver a la belleza nítida,  a la vida a ras del suelo, nunca mejor dicho.






Comentarios

Lucas Andre ha dicho que…
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