SÁBADO DE LLUVIA
Llueve desde anoche y todo está gris y/o difuminado: el cielo, las antenas que coronan los edificios y el mar, esa franja que puedo ver desde el balcón de casa, azul y plata en otoño, y que ahora simplemente no existe. Y en medio de las visiones monocromáticas se despierta la magia de los sonidos. Un suave crujido de gotas que caen, que resbalan, que fluyen con el viento, que repican una y otra vez en la ventana; hasta los plásticos que cubren los tendederos de ropa son música en este sábado de agua y frío. La ciudad muda aguarda, duerme, mira desde las calles vacías y los edificios húmedos. Hay tanta quietud y tanta vida agazapada en las ventanas. Es un día de mantas. De sofá y café caliente. De Vallejo y su Piedra negra sobre una piedra blanca (Me moriré en París con aguacero/un día del cual tengo ya el recuerdo), de Nirvana y The man who sold the world . De periódico y sus noticias de nieve y frío en la península (excluiré las de los pactos de conveniencia, estatutos recortados, r...