LEER PARA VIVIR
Hace mucho tiempo leí en alguna parte que leer es la única
manera de viajar para aquellos que no pueden tomar el tren. Y cuánta
verdad encierra estas palabras. Lo comprendí desde que aún siendo una niña, me
aficioné a los libros que mi abuelo escondía debajo del colchón. Eran textos no
apropiados para una infanta pero que yo fui devorando poco a poco sin entender
la mayoría de las cosas que allí se relataban. Mucho tiempo después supe que
esos libros eran nada más ni nada menos que de José María Vargas Vila, un
escritor proscrito que murió en Barcelona en la más completa soledad el 25 de
mayo de 1933.
Así que comencé a leer por
imitación. Poco tiempo después lo hice por necesidad puesto que, cuando empecé
la secundaria, mis padres no tuvieron otra opción que matricularme en el
colegio Cervantes de Morelia -entonces era un internado- y los fines de semana
que no iba a casa los dedicaba a explorar su precaria biblioteca para poder
mitigar la pena de estar lejos de los míos. En ella descubrí textos
extraordinarios que me hicieron viajar por mundos mágicos y que
marcaron de una u otra manera mi afición por las palabras.
Cabe resaltar que en todo ese proceso
jamás jugó un papel importante la obligatoriedad. Es decir, jamás se me ordenó
leer este o aquel libro entre otras cosas porque en casa apenas había cuatro
textos. Pero sí veía leer a mi padre y a mi abuelo. Imagino
que ese hecho jugó un papel importante tal como lo demuestra un reciente
informe publicado en España en el que se afirma que muchos niños y jóvenes leen
poco o nada y que odian hacerlo sobre todo porque en la escuela y el
colegio los obligan a leer textos que no les interesa en lo más
mínimo. Claro, y porque en casa jamás ven a sus padres
acercarse a un libro, un periódico, una revista. En ese sentido parece
que la imposición y la falta de un ejemplo estimulante hacen que gran parte de
la juventud opte por pasar de los libros de manera abierta.
Y todo ello repercute no sólo
en los procesos de aprendizaje sino también en la manera de
aproximarse a la realidad, pues privarse de las palabras, de la
magia de la lectura significa dejar de explorar mundos plenos de
experiencias, de saberes, de emociones. Significa no poder viajar por aquellos
territorios inéditos que nos permiten experimentar otras maneras de
palpar la vida y sus asuntos sin necesidad de comprar un pasaje.
Publicado
en El Líder
Comentarios
todo lo mejor para ti en este año nuevo. Que nos sigas iluminando con tus palabras.
Abrazos
Sylvia,
muchas gracias por compartir esos fragmentos tan interesantes de tu vida. Me honra que visites estas páginas y que dejes tus huellas tan humanas. Un abrazo fuerte de año nuevo.
saludos.