Escribir...

Llevo muchos días sin escribir una línea. Hace un mes lo atribuía al estrés de mi vida en Barcelona, a la situación de desesperanza que se vive en España, al hecho de realizar un trabajo precario, a la ansiedad que produce los preparativos del viaje... Excusas y más excusas para tapar la realidad. 
Me encuentro seca de palabras. Allá y aquí.
Ya son tres semanas en el trópico en las que he desconectado de tal manera, que no he tenido voluntad ni para actualizar este blog como debería ser.  Ni para sentarme a escribir un verso.  Nada.  Y me siento culpable por ello. 
Por suerte, leo. Y leo mucho porque porque estoy preparando un curso sobre ciudad y literatura que dictaré para una maestría en la ciudad de Ibagué. ¡Es lo único que me salva!  
Así que ahora, en medio de una canícula atroz (en la ciudad de Neiva a mediodía fácilmente se puede alcanzar los 40 grados),  me dedico a leer novelas colombianas. He comenzado por Sin remedio de Antonio Caballero. Y me ha encantado. He redescubierto una obra magnífica, que he podido degustar en la biblioteca del barrio de mis padres  que ¡tiene aire acondicionado!. La siguiente novela es ¡Que viva la música! de Andrés Caicedo, que leeré en las madrugadas cuando todavía e vaho caliente no se ha adueñado de las ventanas, de los salones, de los patios, de los cuerpos. El momento propicio para dejarme llevar por las palabras.
Cuando pase esta alegría por el calor de la familia primera, por el magnífico encuentro con lo conocido, seguramente volveré a escribir. Espero hacerlo. Mi segunda novela ronda sin cesar las madrugadas.
Mientras tanto sigo con la lectura...

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