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Barcelona, Barcelona

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Barcelona tiene sin duda sus matices. Para algunas personas es una urbe maravillosa, cosmopolita y abierta con una estupenda oferta cultural y turística. Un lugar de postín donde se puede encontrar y comprar de todo. " La millor botiga del món " dice una de las publicidades más emblemáticas: la mejor tienda del mundo. Y desde ese punto de vista es lo que parece: un escaparate dispuesto con cuidado para los bolsillos más amplios. Basta con echar un vistazo a sus calles más reconocidas donde campean las grandes marcas y sobre todo, a sus construcciones de alto standing donde un piso puede superar con creces el millón de euros. ¡Es una barbaridad! - me decía una mujer el otro día- ¡esta es una ciudad para ricos! Y el escaparate, por supuesto, está limpio y saneado. Afuera miseria humana, desarrapados, incívicos, mujeres de la vida alegre , inmigrantes pobres... Afuera todo lo que empañe el artificio lustroso pleno de turistas en zapatillas, de yuppies tecnológicos, de gente fash

Reflexión de martes con lluvia

Hoy es martes con cara de lunes y la lluvia no cesa. El cielo se ha desbordado y ahora es sólo un velo húmedo y gris. El día de trabajo se antoja igual: repetitivo y soso, sin aliciente, como esa llovizna pertinaz que se deja caer en los tejados. El día prosigue con sus más y sus menos, con la gente presurosa que se desplaza por las calles con sus paraguas y sus caras de mono. Mileuristas sin esperanzas. Unos cuantos atados a una hipóteca de por vida y otros, a la certeza de que nunca tendrán una casa en su puta vida. Hombres y mujeres disfrutando de la situación de bienestar de esta europa progre de pateras, de periferias incendiadas, de campos inundados, de muertes en "road", de palabras huecas. Estoy escéptica. Quizá es la mañana...

Celebración tardía

El otro día estaba escribiendo una entrada para celebrar a mi modo el día de la poesía cuando de repente una tormenta empezó a entrar por la ventana. Flashes gigantes iluminaban el cielo que instantes después rugía con fuerza y rabia. Las palabras iban y venían en un intento desesperado por terminar mi escrito antes de que las espuelas de la tormenta se clavaron en mi nuevo ordenador. Y nada. No pude escribir porque un estruendo certero se llevó la luz y tuve que desistir de mi empeño. Pasaron los días y entre texto y texto no me había sentado a terminar lo que empecé esa noche. No obstante tengo algo claro: la poesía es aquella que habita esos resquicios que resisten a la miseria cotidiana, a la perversidad humana, a la sinrazón. O más bien, es la que nos permite resistir y creer pese a todo. Y en esa noche brava de tormenta también existía la poesía. ¡Nunca un cielo encapotado fue tan bello y tan terrible al mismo tiempo! La poesía también es emergencia y coincidencia. Como la que ac

Presintiendo a Lisboa

Aquellas eran noches de impotencias que desaparecían al filo de las horas -Pessoa siempre nos miraba, en silencio, desde el muro-. Era fácil ser feliz entonces y recorrer las calles de vino con sus sombras mágicas y sus discursos y sus movimientos. No era la Lisboa presentida con sus aromas añejos Era otra ciudad anudada a un río silencioso y ligero con nombre de mujer: Magdalena Era una promesa oxidada en los bancos del parque abiertos al soplo de la tarde donde a hurtadillas inventábamos el amor. Aquellas eran noches de canícula y deseo ¡Cómo quisimos entonces que fuera Lisboa con su cintura de mar!

Calle-Cuerpo

La calle siempre es calle. Una abertura por donde se deslizan los cuerpos presurosos. Cuerpos que paran automáticamente en los semáforos. Cuerpos que exhalan humo mientras se mueven al vaivén de una música cotidiana. Cuerpos que son ojos y piernas solamente. Cuerpos que casi nunca miran hacia atrás. Cuerpos de todos los tamaños y colores, de todas las texturas, y, seguramente, de todos los olores. Cuerpos, cuerpos, desplazándose sobre una superficie que a veces parece líquida, fluida. Cuerpos de aquí y de allá. La calle es un cuerpo, muchos cuerpos deslizándose a la vez sobre su figura de agua.

Amanecer de invierno con luna

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Armonía

Hago una pausa. Dejo el texto que escribo sobre los usos de los espacios públicos y miro a través de la ventana. Me quedo sin aliento ¿cuántas veces he visto un amanecer como éste? Nunca. Todos los amaneceres, como los días, son distintos. Y no puedo describirlo. El naranja oscuro que nace de las entrañas del mar y que se va difuminando en las siluetas de los edificios. Y un aro de luna. Un cuarto de luna tan fino como un relámpago. Y un pájaro que planea y el viento que mueve la ropa tendida sobre un terrado. Me quedo sin palabras. La armonía existe. La belleza se despliega ante mis ojos con tanta naturalidad que siento pena por los que duermen a esta hora de la mañana y también por los que nunca han visto una maravilla como ésta. Hoy el día será breve.