Al Sur, al Sur, al Sur...
Y después de experimentar esta alta ciudad -2600 metros más cerca de las estrellas, decía una publicidad hace algunos años- es estupendo tomar la ruta del sur, aquella que lleva hacia tierra caliente a través de una carretera que se arquea formando imágenes inéditas en medio de un paisaje pleno de verdores de todos los matices. Así comienza el descenso hacia el Valle del Magdalena y se dejan atrás las alturas y los ríos de aguas gélidas para entrar en una planicie infinita donde los árboles se tuestan bajo un sol canicular. Se cruzan las llanuras del Tolima hasta apreciar la mirada tutelar del Pacandé, un cerro que presagia otras tierras, otros sentires, como lo avizoró el maestro Villamil en una de sus más hermosas composiciones:
“Al sur, al sur, al sur
del cerro del Pacandé
está la tierra bonita,
la tierra del Huila
que me vio nacer…”
Y cuando se tiene el cerro a las espaldas, la vegetación se torna más arenosa aún y en la carretera se forman ondas calientes que advierten la presencia del Valle de las Tristuras. Valle que de noche se ilumina con las fogatas de las empresas petroleras que lo desangran sin misericordia desde hacia varias décadas. Cuando se cruza el Río Grande, el Yuma de los hijos de la Gaitana, el Magdalena de mis amores, se está en las entrañas de Neiva.
Neiva, Neiva, Neiva, ciudad enmarcada por montañas azules. Ciudad herida por la canícula y la ignominia. Neiva amante vejada por los indignos. Neiva, eterna compañera de mis noches de nostalgia.
Los días son potros raudos que se desplazan por la llanura dejando una estela de polvo… pero soy feliz, mientras tanto.
Foto 1: Una calle de la Candelaria con la catedral al fondo.
Foto 2: Un atardecer en Neiva, desde la casa de padres
Foto 3: Neiva de fiesta (Las fiestas de San Juan y San Pedro)
Texto y foto: Martha C. Cedeño Pérez
Comentarios
En mi caso, me haz recordado olvidadas sensaciones que mi también añorado Perú comparte con tu valeroso país de origen.
Somos privilegiados por la grandeza paisajística de nuestras tierras que cuando se dejan contemplar nos hacen olvidar el latifundio en los que sometidos aún socialmente, nuestros pueblos luchan y sueñan para finalmente forjar nuestra verdadera historia.
Con tus bellas palabras haces presente nuestro deseado anhelo de no olvidar el legado de riquezas, sabiduría y valentía de nuestros antepasados.
Gracias por invitarme a viajar a tu hermosa Neiva - Colombia en éste magnífico relato.
Isabel