Reminiscencia
Todos los días, justo a las ocho y cinco minutos de la tarde, ellos están ahí, en el vestíbulo del metro, abrazados sin importarles el calor o las miradas. Se traspasan con los ojos y se besan. Sonríen. A veces pronuncian alguna palabra antes de despedirse. Y no se por qué, cuando les veo tan ajenos a todo -menos así mismos-, recuerdo aquellas tardes rojas, acariciadas por el aliento del río...
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Isabel