Las políticas del cuerpo

A partir de la segunda mitad del siglo XX se acelera la cultura del consumo en las sociedades industrializadas. Desde entonces aparecen tendencias que contribuyen al aumento de la percepción del cuerpo como un eje central de desarrollo personal; dentro de éstas se pueden nombrar, por ejemplo, el incremento de la valoración del deporte y el ocio en detrimento de la valoración de la ética del trabajo, la integración de las culturas transgresoras en el consumo de masas con la consecuente comercialización de la rebelión y el erotismo y la reciente sexualización de la cultura.  Cabe mencionar también la aparición de las nuevas tecnologías que hacen posible la difusión masiva de imágenes,  el desarrollo de la cultura visual contemporánea y la consecuente creación de un mundo de ensueño en el que se vende la idea de que a través del consumo se puede alcanzar la satisfacción personal en todos los niveles.

Por todo ello, en la actualidad la identidad personal ya no es heredada o estática sino que se ha convertido en un problema reflexivo (Giddens, 1995); es decir, la identidad se ha transformado en una actividad que exige un esfuerzo y una reflexión constantes, ya que se basa en una narrativa sobre la propia existencia, el rol social y nuestro estilo de vida.  Así que la importancia del cuerpo para señalar la pertenencia social comporta también un interés por las elecciones de consumo como una forma de identificación personal.

Todo ello nos hace pensar que las personas somos trabajadoras corporales e invertimos una cantidad considerable de dinero y tiempo para convertir nuestro cuerpo en un producto social aceptable, siguiendo las directrices que definen el cuerpo “normal” dentro de una sociedad.  Por tanto, una dimensión de la existencia corporal humana es política puesto que se convierte al cuerpo en un espacio para el sometimiento y la disciplina, pero también para la resistencia. Es decir, en el área del cuerpo se regula la identidad pero en éste también se problematizan y se expresan cuestiones conflictivas de matices políticos y personales.

La antropología nos muestra que todas las sociedades humanas buscan una respuesta al desorden mediante la clasificación sistemática de la realidad. Frente al riesgo, la incertidumbre y la contradicción, los seres humanos intentamos comprender un orden que nos oriente y nos regule.  En esta búsqueda el cuerpo se convierte en un  “símbolo natural” (Douglas, 1975), es decir, deviene en metáfora de un orden social y político a través del cual se representan y comunican reglas y límites.
Imagen: "Otras rutas", obra pictórica de Lina María Cedeño Pérez

Comentarios

P Á R M U L O ha dicho que…
Muy buen artículo. Encantado de conocerte.

http://lamansiondelpoeta.blogspot.com
Muchas gracias por pasarte por aquí. Pronto visitaré tus territorios. Un saludo,
Martha

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