Silencio canicular
Veo las mismas calles de entonces y los mismos árboles azotados por el viento de la tarde. Ceibas Almendros Pomarrosos Aquí el tiempo se condensa en el calor que brota del valle e impregna la piel y los sentidos. La canícula es una diosa inclemente que sin compasión se posesiona de las casas y los patios de las plazas y las calles. Ella nos condena a la noche y los amaneceres -los mismos que todavía no compartimos- y nos niega los días claros signados por un sol infernal que fustiga al más valiente. Y aquí en medio de la canícula existes tú. Llegas en el rumor del río y en el canto de los pájaros y en las calles ardientes en las que dejamos marcados nuestros pasos. Estás en cada uno de los segundos en los que la canícula me condena al silencio...