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LEER PARA VIVIR

Hace mucho tiempo leí en alguna parte que leer es la única manera de viajar para aquellos que no pueden tomar el tren.  Y cuánta verdad encierra estas palabras. Lo comprendí desde que aún siendo una niña, me aficioné a los libros que mi abuelo escondía debajo del colchón. Eran textos no apropiados para una infanta pero que yo fui devorando poco a poco sin entender la mayoría de las cosas que allí se relataban. Mucho tiempo después supe que esos libros eran nada más ni nada menos que de  José María Vargas Vila, un escritor proscrito que murió en Barcelona en la más completa soledad el 25 de mayo de 1933. Así que comencé a leer  por imitación. Poco tiempo después lo hice por necesidad puesto que, cuando empecé la secundaria, mis padres no tuvieron otra opción que matricularme en el colegio Cervantes de Morelia -entonces era un internado- y los fines de semana que no iba a casa los dedicaba a explorar su precaria biblioteca para poder mitigar la pena de estar lejos de los míos. En el

MONÓLOGO EN EL METRO

El hombre de contextura más bien delgada, alto y de pelo rojizo entra al vagón y en un rápido display de ojos descubre un puesto vacío justo a mi lado.  Lleva unos vaqueros muy ajustados -un marcapaquetes, como dice una amiga mía- y luce un bonito jersey negro cuello de cisne  acompañado de una chaqueta del mismo color totalmente abierta. Se sienta rápidamente y saca el móvil. Marca un número. Y... - Hola, si, soy yo. Te he estado llamando todo el día al móvil. ¿Lo tenías apagado? Tú y la tecnología. No se porque no te compras uno mejor ( silencio breve). Bueno, bueno. El caso es que te he estado marcando y tu como si nada.  Si, acabo de salir del trabajo, Si, la cena de empresa. Nos lo hemos pasado muy bien.  Y tú ¿has podido hacer  algo de lo tuyo?  (silencio), aja, ya, ya, si...  ¿Quieres que nos veamos ahora? Vale, vale, pues nada, yo ya he cenado pero pensé que te apetecería que nos viéramos esta noche. Si, si, ya se que es jueves (silencio) (Cabe resaltar  que el hombre h

Antología "Tardes del Laberinto"

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Acaba de ser publicada la Antología poética Tardes del Laberinto de la que, con mucho orgullo, hago parte y que será presentada el próximo 26 de enero de 2012 en Barcelona.   Transcribo las palabras de Felipe Sérvulo a propósito de esta edición: PUBLICADA LA NUEVA ANTOLOGÍA DE NUESTRO COLECTIVO “TARDES DEL  LABERINTO”. Ediciones Parnass, Barcelona, 2011 Un grupo literario es como la vida misma. En él conviven personas de lo más heterogéneo: altas, rubias, morenas, guapas y menos guapas, ilustradas y menos ilustradas y, claro, cuando se publica algo del colectivo, el resultado es un fiel reflejo del mismo. Por supuesto les une su amor por la literatura y todos sus miembros merecen un respeto, ya que todos nos hacen partícipes de sus sentimientos cuando deciden plasmar esas inquietudes en el papel. Algunos publican libros y están ahí ofreciéndonos su pérdida de la inocencia, sus amores, sus sueños, rotos o cumplidos, sus desvelos, sus fantasías, su esperanza en la vida…

Ménage à trois

En el metro se puede ver casi cualquier cosa. Allí la vida social infracotidiana se desvela de manera sutil o descarada a través de gestos de convivencia básicos, formas prácticas de ocupar un espacio compartido -a veces casi hasta el paroxismo-, maneras de gestionar la mirada y el cuerpo, etc. En los vagones de metro los seres anónimos son partícipes de una representación  precaria y fugaz en la que sin embargo, siempre salen indemnes por una sencilla razón: la mayoría de ellos saben de memoria su papel y aunque improvisen lo hacen de manera tal que la función continúa sin sobresaltos. Bueno, al menos eso es lo que sucede la mayoría de las veces. Allí en ese espacio minúsculo aliñado de diversas formas corporales, olores de toda laya, conversaciones en todos los tonos,  alientos de todos los matices, regurgita ese mundo social que se explaya, allá arriba, en la calle.  ¿Acaso podría ser de otra manera? Es viernes. Tomo el metro en Sagrera. A las 11 de la noche todo parece remi

Las primeras luces

Mi columna de El Líder del domingo pasado, "Las primeras luces", se puede leer aquí : http://www.ellider.com.co/2011/11/27/las-primeras-luces-por-martha-cecilia-cedeno-perez/

Le Livre des Adieux à París

Joseph Anton SOLDEVILA – Le Livre des Adieux* Par:  Nathalie‐Noëlle Rimlinger Ce qui est important dans ce livre, c’est l’état de crise humaine. Une crise violente, implacable, qui entraîne une séparation d’avec l’autre moitié, irrévocable, jusqu’à l’adieu. Commence alors une descente en soi‐même comme chez Dante, la Divine Comédie, un voyage vers l’enfer. Mais je n’ai pas pensé toute seule à Dante, Franz Litz, le musicien, m’y a aidée, qui après un long chemin de création, fort de sa maturité, a manifesté la nécessité d’écrire les « Années de Pèlerinage», traversée d’espaces intérieurs à partir de l’amour que Dante, Pétrarque, ont inspiré. Et le même texte de Dante insufflait à Victor Hugo un poème, comme si les artistes et tous les hommes rencontraient cette crise d’une quête d’eux‐mêmes et de vérités. Si ces références littéraires sont classiques, c’est que le thème abordé par Soldevila est cousu à l’expérience humaine depuis que l’homme est homme, expérience to

Muerte en la estación Espanya

Nada hacía presagiar lo peor. La mañana del lunes, como de costumbre, llevé a mi hija al cole y después tomé la línea azul del metro, hice  un transbordo en Plaza de Sants  y tomé la linea roja para  bajarme en plaza Universitat donde había quedado a las 9:30 con mi amiga Susana. Todo iba bien hasta llegar a la estación Espanya. Mientras miraba los titulares de uno de esos diarios gratuitos que reparten en la boca de las estaciones, escuché la voz metálica anunciando "Properada parada, Espanya". Alejé mis ojos del periódico en el momento en que el metro empezó a frenar de manera extraña. Andaba un poco y se detenía, andaba un poco y se detenía como si algo impidiese su tránsito. Miré por la ventanilla el andén de la estación mientras el metro se detenía totalmente. Entonces observé cómo la gente que allí estaba se dirigía rápidamente hacia el costado del pasillo por donde había entrado el metro. A la par todo los que íbamos dentro del vagón nos miramos con sorpresa. ¿Qué ha