Primeras impresiones sobre Agua clara en el Alto Amazonas

Con la lectura de ese libro han vuelto a mi memoria jirones de selva, de atmósferas verdes y densas cubiertas de lianas y de árboles gigantescos. Paraíso enigmático en el que habitan espíritus mágicos que poblaron mi mundo infantil (la madre monte, La pata sola, el hojarasquín del monte, el duende, la mapiripana, el pollo malo); vigías y protectores de la manigua, encargados de espantar a los cazadores, los extraños, los forasteros que se atreven a violentarla. Mi padre habla también de sonidos extraños y enigmáticos que surgen y se dispersan en los troncos inmensos de los árboles, en sus hojas de todos los tamaños y colores. Allí es fácil perderse porque todo es igual: el tamaño desquiciado de los árboles y lianas, los murmullos de la vegetación, los caños y riachuelos en los que beben las bestias, los senderos cubiertos de hojas y casi en permanente semipenumbra (las copas de los árboles a veces no dejan pasar los rayos del sol) y es entonces cuando terminas caminando en círculo sin darte cuenta, como le pasó a Arturo Cova.
Me gustó la atmósfera del libro, la manera cómo el narrador - o más bien sus narradores- se adentra en los vericuetos de la manigua para mostrar por un lado la belleza exuberante y por otro los peligros, no tanto los que puede provocar, sino las menazas que se ciernen sobre ella y sus habitantes. Aunque me parece que este libro no es lo mejor que ha escrito Aguilera Garramuño. Hecho en falta, quizá, una historia más redonda. Pero claro, yo no soy una crítica literaria sólo una mujer que disfruta leyendo y que a veces se queda encallada en algunos textos que la tocan definitiva e irremediablemente.
Agua clara en el Alto Amazonas es una novela corta que se lee de un tirón y que puede ser una magnífica forma de descubrir aquel territorio lejano y enigmático del Amazonas. Una excelente manera de aproximarnos a la manigua de belleza devoradora, a la que tan bien describió José Eustasio Rivera, en la Vorágine.
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Fotos: Miradas del Amazonas, por Melquisedec Torres
Comentarios
Con tu narrativa, parece que te siento, y si careciese de visión, seguro que con una descripción así, me parecería recuperarla.
Por eso me quedo con el último párrafo de tu artículo.
Gracias.
Isabel