Escena de metro - Línea azul

23:15
9 de septiembre
Barcelona

Cuando se abren las puertas del metro, una niña de unos ocho años corre veloz hacia un asiento desocupado pero no logra alcanzarlo porque una mujer treintañera ya se ha apropiado de él.  La chica le pregunta con una sonrisa si quiere sentarse. La chiquilla responde que sí. El  hombre que la acompaña y que va sentado a su lado, la mira con rabia y luego le  dice: Per què has de deixar-li el seient a la nena? si fos una persona major, una dona embarassada, però és una nena. No t'aixequis. No t'aixequis”, le ordena,  mientras la coge del brazo para que no se levante del asiento. Su tono de voz sube. Las personas que van en los asientos frontales lo miran con reprobación.
La madre de la nena le dice a la mujer que su hija no se quiere sentar, que muchas gracias por su gesto pero que ella seguirá de pie. El hombre, sin bajar el tono de la voz, continúa diciendo, en catalán, que no tiene por qué ceder su asiento, que ¡joder!  no entiende por qué diablos tiene que levantarse, que es una tonta, que… No habla, impone. La chica lo mira con rabia y haciendo caso omiso se levanta con rapidez. La madre de la nena, advierte la reacción del hombre y  mirándolo a los ojos le dice “señor, no se enfade que la niña no se quiere sentar”.  
Los tres hombres y la mujer que van en el asiento de enfrente miran la escena. Y yo también.
  Pero ya es demasiado tarde.  La chica está de pie y la nena sentada.  ¿Cómo te llamas? La niña dice un nombre que no alcanzo a escuchar.  “Bonito nombre”. El hombre mira a la mujer y luego a la nena, con rabia.  Y yo me pregunto si la mira de esa forma porque su tez es morena y tiene rasgos  de chola o porque no merece ir sentada por ser una cría, o porque lo ha separado de su “amada” o simplemente porque es un fill de puta.  Y me fijo en él. Debe estar llegando a los 40. Y tiene cara de cerdo. Es un cerdo.
Tres estaciones más tarde, cuando parece que todo se ha calmado, el hombre vuelve a subir el tono de la voz. La chica le dije algo que no alcanzo a percibir. Está muy enfadada.  Yo también.  Miro con asco al hombre. El no se entera. Busco los ojos de la chica (unos ojos grandes de unas pestañas largas y rizadas) para sonreírle y demostrarle mi solidaridad,  pero ella rehúye la mirada.  Se desplaza hacia la puerta del vagón. En la estación Diagonal, baja. Él la sigue.
Madre e hija van juntas en el mismo asiento. Juegan con las manos. El cretino va por el pasillo…
  

Comentarios

Esther Morán ha dicho que…
Hay mucho cerdo suelto (con perdón del noble animal).
Pobre chica, la que tiene que aguantarle.

Buen relato social.

Entradas populares de este blog

Caracola, un poema de Federico García Lorca

Tres poemas de Eduard Sanahuja

"El sabor de la nada": un poema de Charles Baudelaire