Las Formas Urbanas

Tenía este post en borrador desde hace varias semanas y no me había acordado de colgarlo debido a múltiples motivos: la preparación de la lectura de la tesis doctoral, el cansancio de un trabajo precario y en un horario nada alentador para mí que soy una mujer diurna para las labores económicas y nocturna para la divagación, la fantasía, la escritura… llegar a casa a las 2:30 de la madrugada después de haber informado a clientes muy enfadados sobre la situación de su internet “No se preocupe usted que dentro de muy poco tendrá todo el servicio activado”, me dejaba física y mentalmente agotada. No estoy preparada para mentir de manera sistemática…

Así que hoy, en el que será muy último día de trabajo como asesora telefónica (la empresa ha echado a más de 120 personas a la calle porque le salía más barato montar una plataforma de asesoría en Argentina. Allí, con menos 1000 euros –que es lo que ganaba una persona aquí trabajando 8 horas- le pueden pagar a cuatro trabajadores/as… cosas de la globalización económica, de la tiranía del mercado, dirían los expertos), por fin, cuelgo este fragmento extraído de ese magnífico texto de Kevin Lynch La imagen de la ciudad, que pese al tiempo transcurrido desde su primera edición aún conserva ese espíritu que lo ha convertido en un clásico para comprender esas formas urbanas y la vida que se adivina en sus mojones, sus sendas, sus caminos, sus superficies tejidas de movimientos y acciones:

Tenemos la oportunidad de constituir nuestro nuevo mundo urbano en un paisaje imaginable, es decir, visible, coherente y claro. Esto exigirá una nueva actitud por parte del habitante de la ciudad y una remodelación física de su dominio en formas que extasíen la vista, que por si mismas se organicen de nivel en nivel en tiempo y espacio, que puedan representar símbolos de la vida urbana.

La mayor parte de los objetos que estamos acostumbrados a llamar bellos, por ejemplo un cuadro o un árbol, son cosas con un solo propósito, en los que a través de un largo desarrollo o la influencia de una voluntad hay un vínculo íntimo y visible entre el detalle delicado y la estructura total. Una ciudad es una organización cambiante y de múltiples propósitos, una tienda para muchas funciones, levantada por muchas manos y con relativa velocidad. La especialización completa, el engranado definitivo, es poco factible y nada conveniente. La forma tiene que ser algo libre de trabas, plástica, en relación con los objetivos y las percepciones de sus ciudadanos.

Pese a esto hay funciones fundamentales de las que pueden ser expresivas las formas de la ciudad: la circulación, los principales usos de la tierra, los puntos clave focales. Las esperanzas y los placeres colectivos, el sentido comunitario pueden ser convertidos en carne. Por sobre todo, si se organiza en forma visible el medio ambiente y se lo identifica nítidamente, el ciudadano puede impartirle sus propios significados y conexiones. Entonces se convertirá en un verdadero lugar, notable e inconfundible
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Kevin Lynch, La imagen de la ciudad, Ed. Gustavo Gili, Barcelona, 1998. Pág. 112- 113.

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