William Ospina

Y después de tantos años, por fin, pude escuchar a William Ospina. Conocía su obra desde mis tiempos de estudiante universitaria y sobre todo su posición vital sobre la terrible realidad colombiana.

Y anoche estaba allí, en la mesa principal, con el gesto sereno de quien ha escudriñado en la condición humana, de quien ha re-creado un mundo a través de la palabra.

El mundo está callado esta noche,
las grandes rocas de la eternidad se yerguen entre las
estrellas,
el pensativo enjambre de los mundos pasa sobre las
ciudades dormidas,
en donde ansiosos y desnudos se desvelan los rojos
amantes.
(Fragmento del poema "Lo que piensa el viajero en un cuarto de hotel", en El país de viento, Norma, 2000)

No hace falta decir que William Ospina es una de las voces colombianas y latinoamericanas más importantes. Poeta, ensayista y novelista, deambula por los resquicios del mundo para nombrarlo, para mostrar lo que esconde las palabras o más bien para hacer de ellas un mundo. Y el maestro como su obra están a tono. Anoche en la presentación de su libro Auroras de sangre para España su mirada cálida y serena sin pretensiones dibujaban al hombre, al ser humano sensible y cercano que está más allá de los halagos, más allá de la parafernalia de los medios y los miedos.

Hiere aprisa las aguas, amigo,
de tí dependo ahora para llegar a las riberas del día.
Ya muchos meses estuviste inmóvil
bajo los pies del pájaro.
Ahora es tuya la forma de la hoja,
y el viento es más espeso y tiene peces,
y atrás la oscuridad se está llenando
de garras y de gritos y de puntas de hierro.
(Fragmento del poema "invocación sobre el Río Negro", El país del viento, Norma, 2000)

Voz de tierra, de hoja, de noche quebrada, de amaneceres rojos, de hierros que hieren las entrañas. Voz crecida como río parido por cielos desbocados. Voz que recupera voces venidas de otros tiempos: cronistas de conquistas y asombros, bandoleros abandonados a la intemperie, luchas centenarias junto al árbol: la imponente ceiba, el alegre gualanday, el triste sauce, el cantarino guadual...

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