Palabra y tiempo

Hoy me he levantado más pronto que de costumbre para empezar una tarea que llevo aplazando hace mucho tiempo: ordenar una serie de textos poéticos escritos desde 1990 hasta la fecha en distintos lugares del mundo (San Luis, Neiva, Ciudad de la Habana, Barcelona, París…) y que tengo dispersos en diferentes archivos después de haberlos recuperado de papeles reciclados, notas marginales, servilletas, billetes de avión, libretas viejas… Y todo ello porque mi amigo Luis Ernesto Lasso, profesor de la Universidad Surcolombiana, está preparando un segundo libro sobre el Huila en el que se hablará de las voces poéticas de la región, y ha tenido la generosidad de incluirme dentro de esas figuras femeninas (cuestión que por otra parte agradezco pero que no es objetiva del todo si no más bien producto del afecto). Allí también participaré como autora porque me corresponde escribir un breve texto sobre las voces poéticas masculinas, cuestión a la que me pondré en breve, después de preparar una ponencia para la Universidad de A Coruña, que presentaré en septiembre en el marco del VI Congreso sobre Migraciones en España.
Volver sobre lo que escribimos casi siempre produce sentimientos contradictorios. Descubres textos de los que perfectamente te podrías avergonzar –yo acabo de descubrir varios-, pero también algunos poquísimos versos que te iluminan el día y las ganas de seguir con este oficio inoficioso. Descubrí por ejemplo, algunos poemas de principio de la década de los 90, escritos en San Luis, un pueblo pequeño alejado de la mano de Dios pero muy cerca de la de la guerrilla. Allí trabajé como profesora de español y literatura seis meses, después de graduarme en la universidad. Y si, son poemas quizá poco elaborados pero vitales y emotivos en los que se vislumbran algunas imágenes que luego me acompañarían. Ese regreso en el tiempo a través de la palabra también me ha permitido recuperar momentos que de alguna manera están conectados. Partidas, amores y desamores, presagios. Y también la familia y la figura de mi abuela sentada en el marco de la puerta. Volver sobre lo que escribimos en cierta medida nos delata, muestra la fragilidad de las palabras también muy unidas a circunstancias, experiencias, lecturas, presentimientos. Y también nos confina en un tiempo de arena, veloz e implacable, tirano de las noches y los días.
(Dentro de ese conjunto heterogéneo de versos hallé algunos que no son míos, como éste que presento a continuación escrito por Carlos Alberto Célis -poeta, pintor, novelista y médico-. Un nostálgico descubrimiento que quiero compartir con las pocas personas que estoicamente me leen y a quienes agradezco su entereza)

Entre tu tiempo de luna y mar
Se fueron mis horas tras la huella
De tus pasos
Cansados.
Alegres como canto de luces,
Otras veces sólo eso,
Mis pasos de hombre
Con tus cabellos en mis muslos,
Con la noche de tus ojos en los míos,
Una caricia.
Entonces eras del color del mar
Y eran tus pechos como arena blanca
Dormidos en mis manos,
Porque estabas en mis brazos
Aunque no podías estar
En otro sitio…Cuba
Neiva, 15 de febrero de 1995.

Comentarios

Me alegra mucho tu decisión de desespolvar antiguos trabajos, trabajos valiosos que merecen la pena des a conocer.
Un beso.
Isa
Rafael Caunedo ha dicho que…
..en una mudanza, apareció un sobre cerrado al fondo de un cajón, en el último mueble del garaje. Iba dirigido a... Era una carta de despedida que nunca mandé, lo recuerdo muy bien. Al verla, decidí abrirla. Dentro había una hoja en blanco, inmaculada...
Era la mejor poesia de amor que jamás llegué escribir.
Y tan triste...

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