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Volver con lluvia en los ojos

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Llegó el día del regreso y como sucede en estos casos, la tristeza se convierte en una compañera permanente. Dejar los amores familiares, los afectos filiales, los amigos y las amigas, las calles abarrotadas con el mismo acento, las montañas azules, las palabras nuevas y altas como las cumbres andinas, la ilusión de los amaneceres a orillas del Magdalena... Dejar los recuerdos incrustados en el alma y regresar a este viejo mundo salpicado de casas añejas y calles limpias y atardeceres mediterráneos. Y lejanía. Y ausencia. Y entonces te preguntas si vale la pena estar tan lejos de aquellos lugares que están más allá de las palabras, más allá de los deseos. Lugares donde transita tu infancia, tu juventud y tus sueños y todo aquello que un día fue mágico y nuevo y latente. Y vuelves los ojos a la realidad y descubres tan pocas salidas que te acostumbras a la tranquilidad de los parques y la calle, al placer de una tarde desde la terraza de un bar mientras tomas una cañita y observas a la

La Laguna

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En el sur de Neiva, a diez minutos de casa de padres, hay un lugar increíble. Se trata de una laguna de aguas cristalinas, que se constituye casi en un prodigio en medio de la canícula y de la creciente y desaforada urbanización de que es objeto la ciudad. Contemplar este espacio natural es volver los ojos a un ecosistema que seguramente pronto desaparecerá si no se toman las medidas convenientes para su preservación. Garzas, gallos de agua, patos silvestres, entre otras variedades de aves, se pueden observar aquí. Al igual que babillas (una especie de caimán más pequeño e inofensivo cuya carne es muy apreciada en algunas comunidades) y una gran variedad de peces que saltan en las orillas como queriendo saludar a los visitantes. También hay lotos, juncos y muchos otros tipos de plantas acuáticas y árboles. Este pequeño lago está situado dentro de los predios de una hacienda de una reconocida familia latifundista de la región. Hace dos años fui allí pero clandestinamente porque no esta

Insomnio

Anoche, como las últimas cuarenta y una, dormí con tu imagen en mis sentidos pero fue distinto: tenía un sabor agridulce en los labios y la constancia incierta de que habían agujeros en el cielo enormes bocas oscuras que ocultaban tu voz y tu presencia hecha de memorias y ternuras de palabras transparentes como este día cobijado por el sol, como los cerros inmensos que observo desde la ventana. Anoche el insomnio era un monstruo vigilante que golpeaba mi alma con guijarros encendidos y una lágrima furtiva se enredó en mi pelo huérfano de tí, íngrimo de tí, triste de tí... y la ciudad hermosa hasta hace poco se convirtó en un laberinto gris y mis palabras fueron agua y mi voz sólo un eco olvidado y mi amor por ti una certeza afilada en el silencio.

Al Sur, al Sur, al Sur...

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¡Los días pasan tan veloces cuando se está en armonía! Y una manera de estarlo es volver a este país maravilloso –mi bello país herido, lastimado y olvidado por los dioses-. Llevo casi 20 días aquí y me parece que llegué hace un instante. Así he descubierto una Bogotá digna, iluminada por los cerros enormes y por unas ganas ciertas de ser una metrópoli de referencia. Una ciudad que cuando amaina la lluvia se convierte en una magnífica expositora de la luz y el color. Una urbe que ha vuelto sus ojos también hacia su zona antigua, allí se yergue La Candelaria con sus calles empinadas y sus casas amplias y acogedoras donde seguramente deambulan seres prodigiosos que aman y sueñan mientras beben un vino caliente con frutas o un canelazo que enciende el alma y el cuerpo. Pasear por algunas calles y parques de Bogotá es sentir su olor de hierbas húmedas y perderse entre el verde de las montañas y el cielo bordado por nubes de formas inverosímiles o por un azul intenso cuando el sol respland

Silencio canicular

Veo las mismas calles de entonces y los mismos árboles azotados por el viento de la tarde. Ceibas Almendros Pomarrosos Aquí el tiempo se condensa en el calor que brota del valle e impregna la piel y los sentidos. La canícula es una diosa inclemente que sin compasión se posesiona de las casas y los patios de las plazas y las calles. Ella nos condena a la noche y los amaneceres -los mismos que todavía no compartimos- y nos niega los días claros signados por un sol infernal que fustiga al más valiente. Y aquí en medio de la canícula existes tú. Llegas en el rumor del río y en el canto de los pájaros y en las calles ardientes en las que dejamos marcados nuestros pasos. Estás en cada uno de los segundos en los que la canícula me condena al silencio...

Palabras de despedida

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(A mis excompañeras y excompañeros de trabajo) Dicen que la amistad, como aquellos amores que trascienden las fronteras del tiempo y el espacio, nunca muere. Y dicen también que de todo se aprende y que en las circunstancias vitales más adversas o más modestas o más triviales o más vulgares (por lo comunes y obvias) siempre existe un espacio forjado por aquellos nexos que nos hermana a todos y todas, que nos hace partícipes de una misma condición. Nexos construidos en la convivencia cotidiana y que en algunas ocasiones superan la esfera, el momento, el marco en el que surgen para llegar al reino de los afectos ciertos. Y es que justo cuando las condiciones no son las mejores, cuando se piensa que todo está perdido y que nada vale la pena, cuando desesperas al comprobar que existe una suerte de complot para joderte, (perdonarme esta expresión, sobre todo aquellas personas que me leen allende el Atlántico)... es justo allí, cuando, en efecto, surge lo mejor -y lo peor también- de nosotra

Tarde de Ballet con Luna

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Y después de tantos meses de ensayo ayer se realizó el festival. Una actividad que organiza la escuela de Ballet Tecla Sala a donde Luna acude desde los 4 años. Fue un espectáculo lleno de música, movimiento y color pero un poco largo. ¡Más de tres horas y media! "Esta vez se han pasado tres pueblos", decía un padre enfadado con su chiquilla, dormida, en brazos. Pese a ello las niñas estuvieron estupendas en cada una de sus presentaciones y los trajes sencillamente hermosos (como el precio $). Todos y todas nos lo pasamos muy bien, pero más las niñas que después de tantas horas de tensión aún sonreían animadas a las 11 de la noche. La música, los matices de color, la danza, las risas de las ballerinas embellecieron una tarde noche de domingo que pudo ser como cualquier otra. Y allí estábamos los padres y madres mirando a nuestras hijas con emoción. Observando sus movimientos y seguramente alguna o alguno pensando ¡cómo pasa el tiempo: mi nena se hace mayor!. Y lo más importa