Barcelona y el Papa
Aunque a simple vista parezca que la sociedad española es esencialmente laica, no lo es. Si bien es cierto que la injerencia de la iglesia católica en la vida política actual no es comparable con la que hubo durante la dictadura franquista cuando estuvo en contubernio con el régimen, todavía no existe una independencia del Estado con respecto a cualquier confesión religiosa. Y ello implica no sólo la financiación de la iglesia con dineros públicos, la excesiva influencia de ésta en la educación, el mantenimiento de los privilegios de los que goza desde el siglo pasado sino también la intrusión en asuntos políticos de algunos de sus dignatarios más importantes. En los últimos años, por ejemplo, muchos de ellos han expresado su desacuerdo con medidas como el matrimonio homosexual, el aborto, el uso del preservativo etc.
Y en comunidades autonómicas como la de Cataluña con una amplia tradición de resistencia eso no gusta nada. Y no gusta porque se considera un giro al pasado y a la derecha que no se puede permitir de ningún modo. La iglesia debe dedicarse a sus labores evangelizadoras sin participar en la vida política, se dice aquí. Pues bien, este fin de semana llega el Papa a Barcelona. Estará los días 6 y 7 de noviembre con la intención de consagrar el templo de la Sagrada Familia, uno de los monumentos más importantes de la ciudad diseñado por el arquitecto Antonio Gaudí.
Así que ya se han empezado a limpiar y adornar las calles por donde pasará, a tener a punto los sitios que pisará y algunas personas particulares cuyas casas están sobre el recorrido papal han puesto en alquiler sus balcones a precios elevados. Y a la par con ello también se han creado plataformas en contra de la venida del papa. Así mientras los políticos avalan ese acontecimiento otros sectores de la población la rechazan no sólo por los costes económicos sino por sus implicaciones ideológicas. No entienden cómo una sociedad tan beligerante, independiente y de izquierdas como ésta acepta la visita de una persona cuyas posturas con respecto a temas sociales trascendentales dejan mucho qué desear.
Yo no pienso ir a verlo. Respeto las posturas de unos y otros pero no dejo de pensar en una frase que escribió en el tablero mi profesor de quinto de primaria de una escuelita de la vereda Bajo Pueblitos de Belén de los Andaquíes: “El Papa es el primer explotador de la tierra”. Entonces no sabía a qué se refería. Hoy ya lo sé. Pero si mi hija que tiene 10 años quiere ir a verlo seguro que la acompañaré, no sin antes decirle un par de cosas muy importantes.
(Mi columna de esta semana en el periódico El Líder)
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Un saludo,
martha