In-migrantes

Mi columna de esta semana en El Líder:

Desde Barcelona

In-migrantes

Son muchas las personas que cada día cruzan el umbral de lo conocido para intentar una nueva vida allende las fronteras de lo propio, lo cercano, lo que configura el mundo primero. Gente de aquí y de allá que trashuma casi siempre de manera forzada los límites físicos de su contexto particular por motivos diversos que pueden ir de la violencia al amor, de la pobreza al mejoramiento del nivel académico, de la búsqueda ontológica a la precariedad material, del hastío a la necesidad de abrirse a nuevas perspectivas. Y en esa aventura en la que se abandona la calidez de lo propio se consumen las horas, los días, los años casi siempre sin encontrar una casa, un lugar en el que sea posible reconstruir las ilusiones.
Las personas migrantes son seres intersticiales pues se mueven entre dos mundos: el que se deja y al que se llega. Entre lo cercano y lo ajeno, lo conocido y lo extraño. Son seres que como dice aquella preciosa canción de Facundo Cabral sienten irremediablemente el desarraigo de no ser de aquí ni ser de allá. Seres condenados a navegar entre dos aguas y que en determinados contextos sociales ni siquiera son considerados ciudadanos con plenitud de derechos. Son los huidos, los desplazados, los exiliados, los parias que arrastran el estigma de la partida forzada.
Pero no sólo es migrante aquella persona que trasciende las fronteras de su país, lo es también la que se ve forzada a abandonar su pedazo de tierra dejando tras de sí años de trabajo y sueños enredados en los caminos. La misma que llega a la urbe con un morral de incertidumbres en la espalda para agrandar la periferia de los desheredados. La misma que día tras día vemos en los parques de nuestras ciudades con los ojos tristes de la desesperanza, con el andar pausado de la impotencia.
Hombres, mujeres, niñas y niños desplazados sin remedio por la guerra, por el hambre, por la angustia, por la constancia absoluta de que el mundo, como titula Ciro Alegría una de sus novelas, es ancho y ajeno. Y es que en la actualidad, según las estadísticas de Acnur a finales de 2009, 43.3 millones de personas estaban en situación de desplazamiento forzado en todo el mundo, la cifra más alta desde mediados de la década de los 90. En Colombia que comenzó a registrar a los desplazados internos en 1997, son más de 3,3 millones los desplazados internos, las víctimas de la sinrazón que ven cómo sus sueños se hunden río abajo. Todas y todos somos de alguna manera migrantes pero cerramos los ojos ante una realidad que está en la esquina de nuestra calle.
*Antropóloga

Comentarios

Toni ha dicho que…
Lo que mejor sabemos hacer es cerrar los ojos y esperar que otros solucionen los problemas globales.
Nos es más fácil apadrinar un niño lejano e "invisible", que ayudar al mendigo que tenemos en la puerta de la panadería del barrio...
Somos así.
Los desplazados no existen más que en los telediarios...y en Navidad.

Salu2 (nos seguimos)
Juan Carlos Garrido ha dicho que…
En efecto, los desplazados siempre son extraños en cierto punto a donde llegan y de donde sen van.

Saludos.
Toni: he ligado tu blog a mi lista de bitácoras favoritas. La entrada sobre el sexismo en el lenguaje me encantó.
Un saludo,
martha
Juan Carlos, gracias por tu comentario. Ya sabes que también te sigo.
Un saludo

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