Divagaciones sobre la ciudad, sus calles, sus multitudes en perpetuo trance y sus individuos sonámbulos. Relatos sobre cuerpos en movimiento y paisajes efímeros; elogio a la mirada, a la poesía de lo cotidiano, a la vitalidad de los bordes y otros asuntos...
Mi hija Luna recita este bellísimo poema de Federico García Lorca en el video que presento a continuación, elaborado por quien esto escribe para un curso sobre edición digital que acabo de culminar. Me parece una buena manera de despedir este año que ya agota sus últimos pasos. ¡Salud! Caracola A Natalia Jiménez Me han traído una caracola. Dentro le canta un mar de mapa. Mi corazón se llena de agua con pececillos de sombra y plata. Me han traído una caracola.
Empezaré a publicar en este blog algunas creaciones de amigas y amigos que se dedican al elevado arte de la poesía. Y comenzaré con el poeta catalán Eduard Sanahuja. Eduard Sanahuja con poetas del Laberinto de Ariadna: Antonio García Lorente, Anna Rosell, Josep Anton Soldevila, Sixta Tulia Arango, María Jesús, Pilar Osorio y Martha C. Cedeño, en la Bòbila (2012) Conocí a Eduard a finales de 2003 en el taller de poesía de la Universidad de Barcelona que coordinaba junto con Jordi Virallonga Eguren. Fue una experiencia estupenda y un honor compartir con creadores de tan altas calidades como los son estos dos señores. El caso es que con Eduard pasó algo muy simpático. Le di a leer mi primer libro Duermevela. Amores, símbolos y muerte (Samán editores, 1997) y cuando lo hizo me dijo que sólo le había gustado un par de poemas. Me sentí fatal pues a mi juventud se añadía un to que de inexperiencia y egocentrismo. Mala combinación. Dejé de escribir un par de años "go
A propósito de aniversarios próximos -Sant Joan me espera-, del tiempo que pasa sin piedad, de escepticismos crónicos, de nostalgias mañaneras, de años de inconsistencia, de fragancias perdidas, de amores al borde del abismo, de aliento vencido... este poema de Charles Baudelaire , en Las Flores del mal . ... El sabor de la nada Alma triste que antaño tanto amabas la lucha, la Esperanza que un tiempo espoleaba tu ardor ya no quiere montarte. Sin pudores, ve y túmbate como un viejo caballo que tropieza con todo. Corazón, capitula; duerme un sueño bruto. ¡Alma exhausta, vencida! Para ti, vagabundo, ni el amor ni la guerra pueden ya cautivarte. ¡Adiós, pues, oh clarines y suspiros de flauta! ¡Olvidad, oh placeres, a ese pecho sombrío! Su fragancia ha perdido la gentil primavera. Me va el Tiempo engullendo de minuto en minuto como engulle la nieve un cadáver ya rígido; desde lo alto contemplo estar tierra redonda y renuncio a encontrar el amparo de un techo. ¿Por qué, alud, no me arrastras
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