Volver con lluvia en los ojos

Llegó el día del regreso y como sucede en estos casos, la tristeza se convierte en una compañera permanente. Dejar los amores familiares, los afectos filiales, los amigos y las amigas, las calles abarrotadas con el mismo acento, las montañas azules, las palabras nuevas y altas como las cumbres andinas, la ilusión de los amaneceres a orillas del Magdalena... Dejar los recuerdos incrustados en el alma y regresar a este viejo mundo salpicado de casas añejas y calles limpias y atardeceres mediterráneos. Y lejanía. Y ausencia. Y entonces te preguntas si vale la pena estar tan lejos de aquellos lugares que están más allá de las palabras, más allá de los deseos. Lugares donde transita tu infancia, tu juventud y tus sueños y todo aquello que un día fue mágico y nuevo y latente. Y vuelves los ojos a la realidad y descubres tan pocas salidas que te acostumbras a la tranquilidad de los parques y la calle, al placer de una tarde desde la terraza de un bar mientras tomas una cañita y observas a la...