Un añejo poema de abril
Corría el mes de abril en una ciudad calurosa bañada por un río de aguas ligeras. Neiva. Habían versos y cuentos y música en las calles sonámbulas. Un encuentro de escritores. Había una tarde arrebolada que se escondía tras las montañas y un torrente de palabras confundidas con los cuerpos y las miradas y todo aquello que nos hace invencibles. Corría el mes de abril y el alma alborotada escríbía estos versos (creo que entonces no me importaba escribir poemas cursis). Mar de besos Náufragos desterrados de los astros pensativos tropezamos con el viento y con los guijarros de ojos blancos cansados de libar las penas. En la montaña de caracoles muertos alzamos nuestras velas y sin más sucumbimos en la playa de los besos.