UN PAÍS EN EL EXILIO

Foto "Atardecer en el Macizo Colombiano", de Melquisedec Torres Ortíz

Allí donde el sol sale siempre a las 6 de la mañana y el paisaje embruja con todos los verdes imaginables, la muerte ronda en las esquinas, en las carreteras donde se acaba con los sueños. Ronda en los pueblos miserables con sus aguas diáfanas y sus mujeres de faldas blancas que cantan con los pasos. Ronda en las calles nuevas, atestadas y solitarias a la vez, donde los transeúntes compran pan o esperan para entrar al cine. Ronda en las casas de los campos donde la noche tiene ojos y manos que hieren. Ronda en los parques abandonados antes ocupados por amantes furtivos. Ronda en las montañas y en las ciudades donde hay aves de rapiña de distintos colores siempre ávidas de carne fresca. Ronda en los pasillos almidonados y en los despachos asépticos desde donde una mano misteriosa ordena los vientos, los silencios y los llantos...

Allí el ocaso es un coágulo de sangre, el lugar de la antigua noche de los tiempos. Aquella que obliga a encerrar las palabras y los sueños y las ganas de habitar la esperanza. La que rompe los pasos ligeros de los días y su derecho a ser rutina, placidez, cansancio, siesta mañanera, risas y agobios… Allí la Muerte es la reina de los tempos y los momentos.

Desde la distancia el país de los sueños es como una mancha roja que lo cubre todo y que anuncia la eternidad del exilio. Parece que el Minotauro se ha salido del laberinto y en su lugar ha quedado Ariadna indefensa y pálida. Ella ha perdido el hilo, y allí, se ha perdido la razón.
Martha Cecilia Cedeño Pérez

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