Ménage à trois
En el metro se puede ver casi cualquier cosa. Allí la vida social infracotidiana se desvela de manera sutil o descarada a través de gestos de convivencia básicos, formas prácticas de ocupar un espacio compartido -a veces casi hasta el paroxismo-, maneras de gestionar la mirada y el cuerpo, etc. En los vagones de metro los seres anónimos son partícipes de una representación precaria y fugaz en la que sin embargo, siempre salen indemnes por una sencilla razón: la mayoría de ellos saben de memoria su papel y aunque improvisen lo hacen de manera tal que la función continúa sin sobresaltos. Bueno, al menos eso es lo que sucede la mayoría de las veces. Allí en ese espacio minúsculo aliñado de diversas formas corporales, olores de toda laya, conversaciones en todos los tonos, alientos de todos los matices, regurgita ese mundo social que se explaya, allá arriba, en la calle. ¿Acaso podría ser de otra manera? Es viernes. Tomo el metro en Sagrera. A las 11 de la noche todo parece remi