TIRANÍA MATERIAL

Podría decir que son las siete y hace frío, o que esta mañana he visto el amanecer a través de la ventana. Pero no. Me he despertado temprano porque desde hace varias noches hay imágenes reincidentes, premoniciones de palabras y figuras que escapan, sin un guiño ni un gesto de paciencia o bondad, cuando abro los ojos (algún psicólogo díria que padezco de pensamientos obsesivos). Y entonces pienso en lo verdaderamente importante. En aquellas cosas que en efecto nos hacen sonreir pese a la miseria cotidiana, a las noticias ensangrentadas del mediodía, a la precariedad de los bolsillos, a la sinrazón que reina en las cuatro esquinas del mundo... Cosas tan sencillas como la sonrisa de los seres que amamos, o un paseo en solitario por aquellos rincones insospechados de la ciudad, o descubrir una y otra vez que no hay mejores vistas que aquellas que tenemos en las mañanas cuando los ojos se abren al día y se percibe por enésima vez la maravilla de la existencia en las cosas minúsculas, o encontrar esa palabra plena que enuncie, que nombre, que diga, que re-cree ese universo paralelo que está allí esperando por nosotras y nosotros.
Las cosas verdaderamente importantes están a nuestro lado, quietas, mudas, en espera perpetua. Nos rodean con su aura que casi nunca vemos porque somos, en efecto, zombies de una sociedad perversa que los crea para seguir con su camino desaforado de consumo y enajenación. Abajo las cortinas, los muebles ingleses, las jornadas agotadoras, la televisión por cable, la alta costura y la prêt à porter, los libros de autoayuda, los pisos brillantes, la decoración perfecta... Abajo la tiranía material, Gabi.

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