TRES POEMAS

Arqueología de tu cuerpo
Gabriela de la Peña Astorga


Hago arqueología de tu cuerpo.

Reviso los rastros que me encuentro:

Una fotografía de tu rostro,
Deslucidos sus colores por el tiempo.
En ella me miras de frente
Y en tu boca exploro la sonrisa
que indecisa y tímida se asoma
viajando desde el salón de entonces
hasta el cajón en que tengo
los más dulces fósiles de un camino
a veces embriagador, otras veces tormentoso.

Una nota tuya perdida entre mis viejos cuadernos,
Remember our Statements
How could I ever forget them?

Hago arqueología de tu cuerpo
Y descubro en la tarea nuevos visos
Observo sin ojos tu recuerdo
Que sólo mi corazón
es quien inspecciona
lo que queda de otra época.

Hago una arqueología de tu cuerpo
Que más que ciencia del pasado
se me antoja anatomía ilusionista:
segundo por segundo analizo
lo que pudo ser nuestro legado.



Días de Blues
Joan Kunz

Amaneces los días
dándoles esa luz plomiza y mortecina
con que aprendiste a resguardar tus ojos
del brillo hiriente del paisaje urbano.
Tu piel recuerda el tacto de otras pieles,
de la seda que cubre la ternura
al prurito de ortigas que segrega el rechazo.
Bañada en los hedores del progreso
la ciudad se acicala como una prostituta,
—agua de rosas para la miseria del sexo—
y tú aún aprecias el aroma
a pan recién hecho y sábanas limpias.
Acomodas los ruidos del suburbio
a los acordes de un ritmo que nace
de un silencio anterior a tus silencios.

Lograste perdurar entre el ruido y la furia.

Todo tiene cabida en ese antro
de espesa atmósfera de humo azulado,
donde un hombre recita a capella
las estrofas de un triste blues escrito
en una mesa al fondo, lejos del escenario,
mientras apura su bourbon de un trago
que le deja en los labios desazón de madera,
el paladar desierto de la tierra baldía,
la garganta arrasada por el fuego
que alimenta el incendio de su pecho,
donde las llamas mueren ahogadas
en el desaliento de un corazón de ceniza.


DUALIDAD
Claudia Fernanda Rivera Hernández

El hombre como el olivo:
Milenaria subsistencia
entre azotes impíos
del verdugo que sucumbe su fruto.

Sembrado en el desamparo
de la mano creadora
en la tierra de la nada,
el cuerpo – tronco
lucha entre los límites de la vida
por endurecer su piel – corteza
que de entre aliento helado
y fuego calcinante
se curte y arrecia para resistir.

No hay lugar al descanso
en esta tierra roja.
El mundo no es sólo uno.
La dualidad hace el ser.
En dos se funden las estaciones:
el gris y el amarillo,
la desnudez de los árboles
y el esplendor de las flores,
el amor y el odio,
la muerte y la vida.

Aún así, el hombre – olivo se reproduce
en la desgastada tierra de la inconciencia:
De sí el fruto verde intenso,
temprano ocre desencanto.
De sí el hijo savia – sangre enardecida,
pronto río de llanto inconsolable.

Cansado el hombre de serlo,
vaciado en barro,
plantado en el desierto,
de golpes vuelto a la vida,
bajo el olivo se desangra.
Abono del círculo que no se cierra.
¡Extraña manera de germinar en el dolor!


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TRES POEMAS. Tres creaciones escritas por tres personas distintas en varias partes del mundo. Desde México Gabriela de la Peña hace una arquelogía de lo que nunca fue; Joan Kunz desde Barcelona traza un blues gris en la urbe de ceniza y desgarro; y Claudia Fernanda Rivera desde Colombia hace un verso al dolor seminal del Ser en la tierra de la inconciencia.

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