LA VIOLENCIA EN LOS ESTADIOS DE FÚTBOL

Una situación al límite
Por Juan Carlos Ruiz Vásquez

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Aún tenemos en la memoria la imagen del juez de línea Vicente Egido Rozas, con su ceja ensangrentada, inconsciente y de rodillas, luego de ser impactado con una moneda lanzada por un salvaje desde la gradería del estadio de Mestalla, en el partido Valencia-Depor, de la vigente Copa del Rey.

Como también recordamos al árbitro Jesús Téllez Sánchez que en octubre de 2003 resultó herido en la cabeza con la batería de un móvil, en el estadio Castalia, a sólo nueve minutos del final del partido Castellón-Valencia, también por la Copa del Rey.

Y si sigo buscando en las hemerotecas encontraré dos hechos todavía más trágicos con saldo de víctimas mortales. El primero, la muerte de Aitor Zabaleta, seguidor de la Real Sociedad, en diciembre de 1998 a manos del grupo de cabezas rapadas “Bastión” del Atlético de Madrid, en inmediaciones del ‘Vicente Calderón’; y el segundo, el fallecimiento de Manuel Ríos Suárez, en octubre de 2003, en Santiago de Compostela, tras un partido de la Copa del Rey entre el equipo local y el Depor, también a manos del grupo de radicales del Deportivo de La Coruña denominados “Riazor Blues”.

Con este panorama y sin contar las agresiones que a menudo se dan en las divisiones inferiores de las ligas regionales del país, me surgen los siguientes interrogantes: ¿Se justifica este fanatismo incontrolado y el atropello contra los árbitros así se equivoquen de buena o mala fe? ¿Se justifican estos actos violentos dentro y fuera de los estadios que sólo dejan dolor y pena entre los familiares de las víctimas?

Difícilmente encontraremos respuestas concretas a esta problemática, que involucra varios factores y responde a un fenómeno de masas muy cotidiano en el mundo deportivo actual.

Sin embargo en lo que si se coincide es que estos hechos de violencia, son alimentados muchas veces por los distintos medios de comunicación que lanzan ‘mensajes incendiarios’ y que suelen incitar a algunos seguidores a tomar posturas radicales.

El ‘hooliganismo’

En un análisis hecho para La Vanguardia por el profesor de la Universidad de Leicester (Gran Bretaña), Eric Dunning, titulado “El fenómeno del Hooliganismo” se considera que “el gamberrismo en el fútbol abarca una gran diversidad de conductas anómalas que se registran en relación con el fútbol y que van de la violencia verbal –como los himnos y cantos obscenos e intimidatorios– a la violencia física con el empleo de todo tipo de objetos”.

Según Eric Dunning, fundador de Sir Norman Chester Centre For Football Research, este fenómeno -que en Gran Bretaña se remonta al siglo XIX-, “es una forma de ritual viril que tiene que ver principalmente con la identidad y la excitación sexual y emocional. En este sentido, no se diferencia del todo del propio juego y deporte: es una ‘verdadera’ lucha superpuesta a la ‘lucha simulada’ del partido de fútbol.

Esta manifestación de sentimientos es muy heterogénea y varía de acuerdo con las costumbres de cada país. Los motivos son también diversos, y están relacionados con las desventuras del club o con convicciones políticas.

Y en este último punto quiero referirme también a las distintas expresiones que vemos en los estadios, provocadas por las convicciones en algunas ocasiones y en otras por los estados emocionales, como decía Eric Dunning, de seguidores, entrenadores, dirigentes y jugadores.

O sino, cómo explicamos las manifestaciones del delantero del Lazio de Roma, Paolo di Canio, sancionado por sus saludos fascistas a los seguidores de su equipo. Di Canio, en alguna ocasión saltó al campo de juego con el brazo en alto y mostrando una camiseta en la que se leía: "existen sólo dos modos de volver del campo de batalla: con la cabeza del enemigo... o sin la propia".

Todo esto lo define el doctor en sociología, Patrick Mignon, como “las expresiones de violencia que pueden buscarse por razones políticas cuando va acompañada de símbolos políticos radicales, casi siempre de extrema derecha, y de ataques contra espectadores o transeúntes de origen africano o magrebí”.

Mignon, responsable del Institut des Sports et l'Education Physique de Francia, dice que "la violencia en el fútbol, también es un problema político" porque muchos de los seguidores “actúan un poco como sindicatos de aficionados que buscan hacer prevalecer sus intereses por todos los medios posibles. Se presentan como los mejores hinchas del club y como los depositarios de los valores que los dirigentes, los jugadores y los aficionados menos entusiastas tenderían a olvidar, como el carácter popular del fútbol, el valor de la camiseta o el espíritu partidista”.

Legislación y medidas

Pero ante la violencia en los estadios originada por las manifestaciones políticas, los brotes racistas y las expresiones xenófobas, ¿qué hay en materia de prevención y legislación?

En España, por lo menos se han dado algunos pasos que permiten mirar con ‘otros ojos’ estas actuaciones en escenarios deportivos. La Federación Española de Fútbol, la Liga Nacional de Fútbol Profesional y la Asociación de Futbolistas Españoles han firmado un “Protocolo de actuaciones contra el racismo, la xenofobia y la intolerancia en el fútbol” que los compromete a “impulsar, promocionar y desarrollar campañas de prevención del racismo en este deporte, como también llevar a cabo iniciativas o acciones conjuntas de difusión de este tipo de medidas, así como la implementación de fórmulas de adhesión o apoyo alternativas”.

Igualmente han acordado elaborar y publicar conjuntamente una ‘Guía de actuaciones contra el racismo en el fútbol’, que será objeto de la máxima difusión, y que se confeccionará partiendo de las iniciativas desarrolladas por las Federaciones, Asociaciones, Ligas y Clubes de fútbol, tanto en España como en otros países.

Pero, lo que hace la Federación Española de Fútbol ‘con la mano lo borra con el codo’. Y me refiero específicamente a la modificación estatutaria que ha evitado el cierre de estadios como el Camp Nou (con efectos retroactivos) y Mestalla, tras los incidentes protagonizados por sus aficiones en los partidos FC Barcelona-Real Madrid del 23 de noviembre de 2002, cuando lanzaron todo tipo de objetos (botellas, teléfonos móviles y una cabeza de cochinillo) al campo de juego para demostrar su descontento con el jugador portugués, Luis Figo. Y el Valencia-Depor, ya reseñado anterior, donde el juez de línea, Vicente Egido Roza, recibió el impacto de una moneda en su ceja derecha, el pasado 25 de enero.

Tanto en el caso del Camp Nou, como en el de Mestalla, el Comité de Competición de la FEF acordó no clausurar los estadios porque consideró que el lanzamiento del cochinillo y la moneda eran "hechos graves". De haberlos juzgado como “hechos muy graves”, se habría consumado la sanción a los escenarios deportivos. El Comité de Competición solamente los apercibió de cierre si sus fanáticos reinciden en dichas actuaciones. Es decir, sustituyó la clausura de los estadios por sanciones económicas. En el caso del FC Barcelona le impuso una multa de 4.000 euros y en el caso del Valencia el comité de competición infligió una multa de 6.000 euros.

¿Pero, a qué obedeció todo este cambio? A la nueva redacción que modificó el artículo 118 de los Estatutos de la RFEF y que determina que cuando en un partido "se altere el orden, se menoscabe o ponga en peligro la integridad física de los árbitros, técnicos o personas en general... y se trate de la primera vez en la temporada, el club responsable será sancionado con multa en cuantía de hasta 6.000 euros, apercibiéndole con la clausura en caso de reincidencia".

Esto quiere decir, que los salvajes, los gamberros y los desequilibrados del fútbol tendrán ‘carta blanca’ para agredir a quién les provoque, ya que sus estadios no serán cerrados, si es la primera vez que se cometen este tipo de fechorías.

En fin, que estamos en un país de leyes y cuando se trata de quedar bien con todo el mundo, se toman estas decisiones.¿Quienes serán las próximas víctimas? Por su puesto que no lo sabemos. Lo único que si percibiremos es que mientras siga existiendo esta política de ‘mano blanda’ en estos aspectos, los salvajes, los gamberros y los desequilibrados, seguirán imponiendo su ley tanto dentro, como fuera de los estadios.

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