NOSTALGIA SIMPLE

Empiezo a hacer esta entrada a las 12 de la noche. Hora de intersticios. De hendijas por donde se cuela la vida y la muerte, la alegría y la nostalgia, la oscuridad y la luz, el fin y el comienzo. Hora de sueños, de reposo, de copas, de trabajo, de soledades, de amores, de palabras, de encuentros virtuales y reales, de poesía. Como este texto precioso de Gabriela de la Peña Astorga:

Nostalgia simple

Gabriela de la Peña Astorga
gabrieladelapena@hotmail.com


Siento por ti una nostalgia pequeña. Una nostalgia que algún día fue grande, aplastante, infatigable.

Una nostalgia hecha de tu ausencia en mis sentidos. Nostalgia de tu olor a sudor y a ajo frito. Nostalgia de tus ojos de mascota fiel y tus manos de artista irrefrenable. Nostalgia de tu voz vagabunda y tu sonrisa, cómplice irrepetible de tus aventuras.

Fue una nostalgia de cielo rojo y calor desértico, convertida después en suspiro azul y marea del Mediterráneo.

Mi nostalgia de ti te incluyó en cada fragmento de vida repartida en tres países y tres idiomas, en tres escenarios y tres gritos mudos.

Hoy permaneces en esta habitación de mármol y cantera. Bailas Rythm and Blues entre mis fotografías viejas y de vez en cuando, si me apetece encontrarte de nuevo, tomo del librero el Bhagavad Gita y aspiro tu esencia de patchulli, clavado en alguna maceta.

Es, como puedes ver, una nostalgia sencilla, sin complicaciones ni pretensiones. La componen mis recuerdos de tu olor en la cocina, tu mirada desde una banca del patio trasero y tu risa incontrolada desde el salón.

Humilde se asoma desde mis memorias, humilde susurra desde mis cuadernos. Mansa aparece en la grieta liminal que divide a las palabras del silencio.

Es, cada vez más, una nostalgia pequeña. Desaparece suave, lentamente. Se fuga de mis momentos pasados sin que pueda evitarlo, y siento ya una nostalgia nueva de la nostalgia por tu ausencia.

Casi añoro esos instantes en que, rota el alma en mil pedazos, imaginaba cómo sería tu vida lejos de mí. Recreo con ilusión las ocasiones en que abandoné las cartas que te escribía con desesperación en el cesto de basura de cualquier estación del metro… línea verde o roja, camino a la oficina o a la universidad.

También comienzo a echar de menos el que no duelas más, al acostarme o levantarme, al cruzar la vía o remontar esta tarde de otoño en ciernes.

Hoy mi nostalgia de ti va convirtiéndose, de forma terrible, en una sola cosa: la impotencia de ser testigo único de cómo te desvaneces de mis recuerdos, llevándote con ellos mi inspiración.

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