EL TRIUNFO DE LA CALLE

Leo en los periódicos que la manifestación "Som una nació" convocada por más de 600 organismos y realizada ayer en Barcelona ha sido un éxito. La calle nuevamente se ha llenado de cuerpos en movimiento, de gritos, de pancartas y de voces que claman que se respete el Estatut aprobado por el Parlament Catalán y no aquel recortado en la Moncloa después de pactos traicioneros.

La calle, desde la Plaza Espanya hasta la Plaza Catalunya, ha sido un río pleno de gente aunada en sus pasos y en sus convicciones. Recorrido casi nuevo que quizá simbolice mucho más. Se parte de un estado centralista a otro que pide respeto y autodeterminación "Per dignitat, sortim al carrer! Som una nació i tenim el dret de decidir".

Y desde todos los rincones de Barcelona y fuera de ella llegaron hombres y mujeres que se sumaron a la marcha pacífica y contundente. Gente de todos los colores, de todas las procedencias. Así, junto al catalán de toda la vida iba el español de extremadura y los recién llegados, los nuevos habitantes que se sienten tan catalanes como el que más.

La manifestación ha sido un éxito. La calle nuevamente ha sido un torrente vital con sus propias reglas y temblores, con sus propios desarrollos y fluidos.

Y lo más importante: se ha demostrado que contra la ignorancia generalizada de los pepistas (léase el PP y sus secuaces) que raya en la perversidad, nada mejor que aunar las voces para recordar una vez más que, en efecto, somos una nación. ¿Qué hay de malo en pedir más autonomía para Catalunya? ¿Se "balcanizará" españa por reconocer que es un estado plural o más bien, una nación de naciones? ¿A qué viene la satanización de un Estatuto que sólo hace eco de la necesidad de exigir equidad y, sobre todo, la autonomía real y no ficticia que históricamente le corresponde a Catalunya? (Esa misma autonomía que pide el pueblo Vasco y que tan funestamente ha sido atacada por los sectores españoles más recalcitrantes y retrógados).

He leído el Estatuto que ha salido del Parlament Catalán y créanme que no tiene ni un ápice de independentista en los términos apocalípticos que enuncia el señor Rajoy y todos los fascistas de este país que seguramente añoran los tiempos del garrote.
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Martha Cecilia Cedeño Pérez
L'H - Barcelona

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