ERA CHILLURCO. Un cuento de Melquisedec Torres Ortíz
Tiene nombre de profeta y en cierta medida lo es. Aunque, como reza el refrán, ha tenido que marchar del “terruño”, de la provincia, para poder ser escuchado y demostrar que, además de juventud, tiene talento y ganas de comerse el mundo. Y sí, a Melquisedec, como al personaje bíblico, le gustan las palabras, pero sobre todo le gustan las preguntas. Así que a su profesión de periodista le añade un componente más: el de creador de historias. Historias que hablan de Pitalito, Chillurco, pueblos que se convierten en metáfora porque recuerdan cualquier pueblo: uno Andaluz cercado de olivares, uno castellano rodeado de arideces, o esos pueblos latinoamericanos y colombianos perdidos en la montaña y casi siempre alejados de la mano de Dios, como diría mi abuela. Y allí en sus cuentos está la sinrazón, la cotidianidad, la violencia, los olores y paisajes de la nostalgia... Pero lo mejor de Melqui (como le decimos en familia) es que no ha perdido la capacidad de asombro, ni de crítica, ni de se