Ha llegado la primavera
Ha llegado la primavera. El paisaje gris de la ciudad poco a poco se va transformando en un cuadro de colores, de niños que corren de aquí para allá, de jóvenes sedientos de sol, de hombres y mujeres que salen a la calle con menos ropa pero con más ganas de vivir, eso es quizá lo que parece reflejarse en sus rostros ahora más distendidos, más a tono con la vida que comienza a brotar en los árboles. Las noches eternas han quedado atrás y el frío también. Los días poco a poco se alargan tanto como los deseos de salir. Hay ganas de reir, de amar, de redescubrir la ciudad y sus contornos, de encontrarse con la gente, de sentarse en una terraza a comer unas buenas tapas (se me hace agua la boca con las patatas bravas, los chocos, el cochinillo, el pulpo al ajillo y tantas otras delicias que acompañan una caña, una sangría o una clarita), de despojarse de ropa para enseñar las formas, de guardar los temores en el armario...No cabe duda, ha llegado la primavera y la sangre se altera. La alegr